A mediados del siglo pasado, estudiaba en el Loperena y recuerdo que llegaron de Bogotá un grupo de jóvenes médicos recién egresados de las mejores universidades del país, compuesto por Alcides Martínez Calderón, Esteban Cuello Gutiérrez, Rafael y Manuel Gutiérrez Acosta y Cristóbal Celedón Ramírez, quienes reemplazarían a los doctores Pupo, Maya, Valle Meza, Toscano y De Ávila, quienes por mucho tiempo habían ejercido la profesión con dificultades en esta ciudad que para entonces era un pueblo pequeño. Hoy, 66 años después, escribo sobre el único que quedaba con vida, Esteban, quien el 13 de Abril pasado nos dejó en forma definitiva. Tenía 95 años de los cuales 65 se los dedicó al ejercicio de su profesión con devoción y responsabilidad en el Hospital Rosario Pumarejo de López y en la Secretaría de Salud, donde logró hacer una larga especialización sobre vías respiratorias, especialmente en Tisis y Tuberculosis, donde se volvió una verdadera autoridad y logró hacer las primeras abre grafías sobre el tratamiento de estas enfermedades.
En el Hospital hacían de todo, en sus consultorios lo mismo, eran unos verdaderos toderos que se defendían con las uñas y con un bisturí: parteros, cirujanos, traumatólogos, urólogos, ginecólogos, oculistas y hasta oncólogos, hasta cuando comenzaron a llegar los especialistas, encabezados por el doctor Hermes Pumarejo como ginecólogo, Luciano Aponte López, cirujano y profesor de Martínez Calderón y Manuel Gutiérrez, entre otros. Esteban se distinguió y brilló con luz propia y a él se le deben muchas cosas en materia de salud de las vías respiratorias, donde era una autoridad y sus colegas lo respetaban y acataban sus conceptos.
A Esteban todo el mundo lo quería porque era un hombre atento, cordial, servicial y desinteresado, parecía monedita de oro; incursionó en política y fue concejal con los votos de sus compadres, ahijados y amigos. Mis más sentidas condolencias a Sonia su abnegada y bella esposa, 53 años de vida conyugal no es cualquier cosa, a sus hijos Oscar, Esteban, Diana, Mónica y Yennys, sus nietos, sus yernos, sus sobrinos, pero especialmente a mi señora y sobrina María Mercedes Morón Cuello, Mercy, porque por circunstancias especiales Esteban era el tío de su predilección. Hasta luego Doctor Cuello, le informo que en su honor el Salón Cañahuate del Club Valledupar de hoy en adelante llevará su nombre, pues usted fue su fundador: Esteban Cuello Gutiérrez.