Más de 3 años había pasado sin bañarme en las aguas del río Ranchería en su paso por el municipio de Fonseca, bajo el puente que comunica con el corregimiento de El Hatico. Durante este tiempo, aunque pasé en muchas ocasiones, siempre miraba el agua expectante, como el niño que un día fui y que tantas veces disfruté.
Tener conmigo a mi sobrino, un niño de 4 años y que en reiteradas oportunidades me dijera que tenía ganas de ir al río, e ir a nadar como Acuaman, su personaje favorito, fue el momento preciso para reencontrarme con los más lindos recuerdos de mi infancia.
Todas las expectativas que llevaba de ese espacio lleno de niños, alegrías, risas y diversión, (debo decirlo) fue tirado al piso en unos pocos segundos, mi experiencia fue la peor. El camino al río es, de manera literaria, regresar la mirada a los años noventa, cuando el desarrollo de la tecnología apenas empezaba, cuando los métodos de recolección de desecho no eran eficientes. Sigue siendo el camino al río, al igual que años anteriores un basurero satélite. Por supuesto, no es un problema nuevo, ni toda la culpa es del alcalde o de los gobernantes de turno, pero si es un problema que se debe controlar de raíz, un problema que se debe quemar como las basuras que arden allí de manera constante.
Una vez llegado al río, olores extraños, caras raras, algunas basuras que corrían por el agua, botellas de vidrio rotas y el desadaptado modo de conductas de las personas que ahí estaban, me hicieron indicar que no es un buen lugar para estar.
Debo aclarar, fue mi experiencia, no quiero que ninguna persona vaya a sentir que ataco el espacio ni mucho menos, hay dentro de las tierras nuevas áreas de esparcimiento, hay empresarios que quieren darle otra mirada al río, están haciendo una apuesta real por el progreso y su recuperación. A ellos todo el pueblo debe arroparlos y apoyarlos, son ellos quienes pueden convertirse en los guardianes de este lugar.
Lo cierto es que, el crecimiento de Fonseca se ha hecho de espaldas al río, el que en otrora era símbolo de orgullo, de unidad familiar y punto de encuentro de amigos, hoy está relegado al consumo de drogas y otras situaciones adyacentes a esta actividad.
Nuestros futuros gobernantes, cualesquiera que sean, tendrán una tarea mayúscula con la recuperación de este espacio, que si o si, debe ser el motor de desarrollo de nuestro municipio.
No hay nada que inventar, ejemplos que podemos copiar abundan. En Distracción, el balneario El Silencio, con errores y virtudes, sigue siendo el espacio donde se generan cientos de empleos. Si el deseo es irnos más lejos, ahí está Valledupar, que ha hecho del río Guatapurí un símbolo de ciudad, que año tras año ve como la cantidad de turistas e ingresos crece. Hoy es un reto, pero en realidad es una oportunidad para transformar nuestra realidad.
Justamente cuando el presidente Duque habla del turismo como el próximo petróleo de Colombia, en Fonseca no podemos ser ajenos a esta realidad, el Esquema de Desarrollo Territorial debe apuntar al agua, que junto con el folclor y nuestra cultura, son el potencial de desarrollo y transformación económica que hoy está completamente desaprovechado.