Por Jaime Alfredo Movil
Hace unos días, me invitaron a una conferencia virtual de esas cotidianas en medio de mi actividad como consultor político y de la pandemia que nos azota, la charla virtual era para un grupo de jóvenes pertenecientes a una asociación llamada Aglojoven, la mayoría de ellos de la región Caribe.
Antes de preparar mi ponencia, medité un poco sobre cuál sería el principal foco de mi presentación, pues soy conocedor y testigo de la ilusión de la mayoría de jóvenes no solamente de Colombia, sino también de América Latina, que anhelan una oportunidad para participar en política, esa misma que se va desvaneciendo producto de los innumerables casos de corrupción, del hartazgo y rechazo de las personas ante todo aquel que se proclame político o que esté cerca, dicho ambiente hace disipar a la mayoría de jóvenes las ganas e intención de participar en política y transformar la sociedad.
En medio de la deliberación de mis ideas, acompañado de un buen café, llegué a la conclusión de invitarlos a soñar, pero no de aquel sueño que tienen el 99% de las personas que desafortunadamente no cumplen sus objetivos, los invité a atreverse, recordando una de mis principales consignas que es “sueño sin acciones, solo ilusiones” también partiendo de la base que un servidor público es aquel que entrega su vida por los demás y que “quien no vive para servir, no sirve para vivir”, citando a la madre Teresa de Calcuta.
Nunca antes en la historia de la democracia, el poder para los jóvenes había sido tan asequible como es ahora, mi argumento lo respalda la evidencia basada en elecciones a nivel mundial y nacional, donde jóvenes han llegado a ocupar los cargos más importantes a nivel político por ejemplo: Nayib Bukele, presidente del Salvador (39 años), Sebastián Kurz, canciller de Austria, (33 años), Sanna Marin, primera ministra de Finlandia (34 años), Oleksiy Honcharuk, primer ministro de Ucrania, (35 años), entre otros casos.
Colombia no se escapa de este fenómeno, el alcalde más joven del país se llama Fredy Cantillo, de Oveja, Sucre, elegido a sus 18 años; Andrés Felipe Racero, elegido a sus 19 años, alcalde del municipio Los Córdobas (Córdoba); y Jesús Erazo, de 27 años, un diputado nariñense que barrió en las elecciones derrotando a la clase tradicional y logrando una votación histórica, entendiendo esta dinámica les pregunte: ¿Qué diferencia a todos estos jóvenes mencionados del resto de jóvenes que anhelan un cargo de elección popular y no lo consiguen? Sencillo, que se atrevieron y tuvieron un plan, los escenarios actuales favorecen a los liderazgos independientes, a los liderazgos jóvenes que no tienen nada que ver con la politiquería, estamos en una sociedad carente de ellos y ávida de esa renovación que no va a llegar por si sola, a nadie le guardan el puesto, hay que ganárselo, los liderazgos políticos reales se construyen a pulso, paso a paso pero con determinación, planificación y acción, quizás la mayor oportunidad para estos jóvenes, hoy se encuentra en las redes sociales, arena donde hay cierta ventaja derivada de la naturalidad de su uso y afinidad con los más jóvenes, sin dudas las redes sociales llegaron para democratizar la política, para abaratar las campañas y para estar en constante conversación con las personas, claves para tener éxito o sino preguntémonos cuánto costaba hace 10-20 años al menos tener una incidencia en el debate público, sumado a que durante algunos años medios tradicionales estaban ligados y exclusivos para cierto segmento de la población. Hoy las redes sociales sin duda son ese David que derrota a Goliat.
En corolario, antes de terminar mi presentación con los jóvenes les dije convencido del reset político que viene y va a dar paso a una nueva generación de jóvenes políticos, como consultor político los exhorté a ellos y a ti también que lees esto, como a todo aquel que crea que tiene convicción y deseos de transformar la realidad a que se atreva, no es un camino fácil pero es un camino que el mundo necesita y que con constancia veremos los resultados, pensando y motivados siempre en un bien supremo, en el beneficio de las mayorías y de la gente. ¡Jóvenes, es ahora o nunca!