Sentada en su hamaca que le costó un año terminar, Wale’kerü observa con su rostro curtido de experiencia lo que le quedó de su rancho ancestral, Jouktai fue cruel, Jouktai se le llevó sus hijos, sus chivos y su casa.
Wale’kerü quien ahora tiene una pierna montada y otra afuera, piensa, se acuerda fútilmente lo alto que subieron sus hijos al cielo y con lágrimas que recorrían su rostro antiguo lloró por aquellos frutos de su vientre que nunca más volvió a ver, toma un sorbo de chicha en totuma, estaba simple por el agua de lluvia que le cayó, tomó la chicha simple, que junto con la hamaca kanaasü fue lo único que le quedó, Jouktai ven por mí, gritó con voz de trueno Wale’kerü, Jouktai… püülükü.
Tío epaya, que estaba a dos cigarros de camino, sintió que su hamaca se movió, que algo lo agarró por su brazo derecho y que le susurraron misteriosamente al oído el nombre de su sobrina mayor, Tío epaya tosió, tío epaya pensó en Wale’kerü, se levantó con mano al cinto y dijo…jierü tráeme las llaves de la burbuja marrón, achon, coge tu pistola y acompáñame a casa de mi sobrina bella.
Algunos dicen que los hombres somos insensibles, que somos duros como piedras que trae el río, pero no es verdad, cuando algo le pasa a nuestras familias, somos como críos acabados de nacer, vulnerables como nido al viento, así estaba tío epaya, que con el corazón contrito rompía esa trocha eterna.
Wale’kerüal verlo gritó y rogó, Wale’kerü deseo tener alas y no esas manos magistrales que ahora no le servían de nada, Epaya, epaya le grito con voz gutural, ella se bajó de la hamaca con piernas débiles y temblorosas y al sentir los brazos fuertes de su tío mayor se desmayó.
Tío epaya, ya en la ranchería que había heredado su padre y con la hija mayor de su hermana encerrada en la casa grande, se acordó del hermoso día que vinieron a pedir su mano con aquel apuesto galán, los tíos del muchacho contrataron los servicios del mejor palabrero de la región, no querían perder la oportunidad de enrazar con mujer de raza pura, de aquella que tuvo un encierro ejemplar y de la cual salió con sus manos de araña, la Kaasha sonó y se concretó una dote que nunca se había visto en La Guajira, collares finos y animales sanos fueron la entrega adecuada para garantizarle a Wale’kerü dignidad en los peores momentos, hoy tío epaya cumplió, y con la dulzura de la chicha, lo consumó.