El Estado está conformado por las leyes, los ciudadanos y la familia. Si observamos el orden de esos factores, llegamos a la conclusión de que estamos mal estructurados, organizados, y así como estamos somos lo que somos: caterva de vencejos sueltos y desordenados, dispuestos al mejor postor para variar su índole de haber nacido bueno, para convertirlo en malo.
Es decir, se alteró el producto. Los términos de la formación, moral y éticos se invirtieron al colocar la familia en el último lugar. Pues, no hay Estado sin gentes, y la gente está compuesta por familias, y de las familias surgen los hombres y mujeres que administran la nación, los negocios. Son los que conducen la cotidianidad, dándole la dinámica a la vida social comunitaria su auténtico sentimiento y valor. De la forma agradable como se eduque, así se vivirá. Todo depende del sistema como nos educaron. Así de sencillo y simple lo veo.
Una de las batallas del corazón y el buen sentimiento que admiro de la candidata María Fernanda Cabal es precisamente el valor que le otorga a la familia. La protección al niño, del embrión. Defiende Cabal la dignidad de la mujer representada como nuestra madre, nuestra esposa, nuestras hijas. Una nación con una familia sin valores y sin principios que se educa en la improvisación sin metodología y desconociendo sus necesidades básicas, genera, produce, una sociedad desviada o sujeta al desvío. Sin demeritar la presencia de ilustres contrincantes, de gran talla moral y ética, para mi concepto, a María Fernanda la concibo más auténtica, más identificada con lo que siente, con los que expresa, coherencia natural. Y eso es un detalle de gran valía, sobre todo en estos momentos en que el país requiere que la franqueza de las palabras se identifiquen con los sentires del corazón. Excluyo de esta apreciación de elogios, reconocimientos y títulos de admirables seres humanos a todos los candidatos que hayan pertenecido al terrorismo, porque el arrepentimiento no es solo de palabra, sino del abandono total del apego por las ansias del poder, como herramienta de la venganza y el desquite. Eso es propio de la bestia con figura humana.
Parece que la gente ha comenzado a reaccionar en relación a la aspiración de la figura presidencial de Petro, la que paulatinamente se desfigura entre la curiosidad de muchos jóvenes que lo veían como un dulce héroe de azúcar que se desvanece con el rocío de la noche. Igual fenómeno ocurrió cuando se admiraban a los mafiosos capos de la droga que hacían alarde de poder y lujos y los ignorantes jóvenes y viejos los admiraban. Estúpidamente, cifraban sus esperanzas en traficar el polvo blanco, así hicieran las veces de mulas de matadero clandestino.
Pues ya los jóvenes han empezado a reflexionar sobre los prontuarios y nefastos antecedentes de Gustavo Petro, lo que podría hacer regresarnos a la normalidad democrática y los vientos de paz genuina, sin descartar posibles escaramuzas de violencia con visos de una confrontación política en las ciudades y los campos colombianos, por su apasionada obsesión y locura revolucionaria de hambre, de poder y de ostentación.