Algunos historiadores opinan que la violencia en Colombia se remonta a la época de la Prehistoria, protagonizada por las distintas tribus existentes a lo largo y ancho del actual territorio nacional; otros afirman que comenzó desde el período de la conquista y el de la Colonia, en tanto que no faltan quienes afirmen que data desde la masacre de los campesinos de la Zona Bananera del Magdalena por parte del Gobierno presidido por Miguel Abadías Méndez, en 1928.
Mientras que el consenso general, incluyendo al suscrito, se inclina a creer que su origen, respecto a su magnitud y a la conexidad con otros conflictos inmediatos en el tiempo, comenzó desde el preciso momento del asesinato del caudillo liberal Jorge Gaitán Ayala, a la 1:05 de la tarde del 9 de abril de 1948, durante la presidencia de Mariano Ospina Pérez, fecha en que sucedió lo que posteriormente se conoció como El Bogotazo; Bogotazo que en un santiamén se extendió a toda Colombia.
Casi que inmediatamente de ese in suceso, fue creada por ese mismo gobierno la policía más sanguinaria que ha existido en Colombia, tristemente conocida como la ‘Chulavita’, la cual tenía licencia para matar y ‘comer del muerto’. Ambas cosas, lo del asesinato y lo de las barbaries constantes cometidos por esa policía, trajo como consecuencia el hecho de que un puñado de adeptos y no adeptos al caudillo se internaran en el monte con el fin de vengar su muerte ante el Gobierno nacional, comandados, uno de ellos, por Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda Vélez y ‘Tiro Fijo’; otro, por Guadalupe Salcedo y así sucesivamente, hasta tal punto que cada grupo era comandado por un jefe específico, originándose así una guerra partidista y fratricida. Al principio, ese puñado de inconformes, recibieron el mote de bandoleros y o de chusmeros.
Durante el gobierno del dictador Rojas Pinilla (1953 – 1957), Guadalupe Salcedo se precipitó y, sin esperar nada a cambio, entregó las armas en 1953, con tan mala suerte que el 6 de junio de 1957 fue vilmente asesinado en Bogotá por la Policía Nacional, al igual que otros más que lo acompañaban en ese momento. De esa forma, él fue el primer líder en caer asesinado por las balas oficiales. Durante el período conocido como El Frente Nacional (1958 – 1974) muchos otros líderes también fueron cayendo asesinados uno tras otros, después de otros procesos de paz. En vista de todo eso, todos los grupos bandoleros existentes se reunieron en Marquetalia, Tolima. De esa forma nacieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –Farc–, el 27 de mayo de 1964; luego el ELN, el EPL, el M -19, el Quintín Lame (integrado en un cien por ciento por indígenas del departamento de Cauca) y… pare de contar.
A esa cadena de crímenes selectivos continuaron los de Iván Marino Ospina, la de Carlos León Gómez Pizarro, el atentado a Antonio Navarro Wolf, pertenecientes todos ellos al M -19 ya desmovilizado. Y hasta el momento, ya va más de un centenar de los reinsertados de las Farc, incluyendo a Omar Torres, que en fecha reciente fue asesinado por un cabo del Ejército Nacional, y quizás cuántos otros caerán en la misma forma. Mientras que para quien esto escribe, lo de Santrich me parece un montaje muy bien planeado y logrado. De esta forma queda demostrado, señoras y señores, que la historia no miente.