El gran problema de la justicia en nuestro país es la falta de confianza y credibilidad que hoy le tiene la gente por los conocidos males que la aquejan. La congestión, morosidad, vencimiento de términos, politiquería, ineficacia y la corrupción en muchos despachos judiciales.
Todas son razones suficientes para explicar la desconfianza de los colombianos en la justicia. Y cada día que pasa se desprestigia más, porque sus malas decisiones son más visibles que buenas; a pesar de que son más los jueces buenos que los malos jueces.
Y en esas estamos, en la injusticia de la justicia.
Después de haber transcurrido cinco años de expedición del Acto Legislativo 2 de 2015, conocido como la reforma al equilibrio de poderes, el Congreso de la República eligió los magistrados para integrar la Comisión Nacional de Disciplina Judicial (Cndj) que sustituye a la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, y que nunca brilló por sus decisiones disciplinarias, sino por sus decisiones de tutela aparentemente amañadas.
Pero no empieza bien la nueva Cndj con los elegidos porque hay serios cuestionamientos a uno de los que ternó el presidente en razón a que está llamado a juicio por la Corte Suprema de Justicia por su presunta participación en los escándalos de Odebrecht cuando se desempeñó como gobernador de Boyacá.
Parafraseando al emperador romano Julio César cuando se refirió a su mujer porque se decía que había asistido como espectadora a una orgía, y por lo cual se divorció de ella: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo”. Es una expresión que deben tener en cuenta los jueces para aplicarla como criterio cuando toman decisiones. No solo deben proceder con rectitud, sino que debe parecer que así lo hacen sin lugar a ninguna duda.
La disciplina de los funcionarios y empleados judiciales es otro de los males que padece la rama judicial y la Cndj será el órgano encargado de vigilar la conducta de los funcionarios y empleados judiciales y el ejercicio profesional de los abogados, y el proceso de selección de los funcionarios y empleados judiciales puede ser un buen comienzo. Porque no se necesita hacer mucho esfuerzo para demostrar que hay tanto pícaro dictando sentencias. No es la generalidad, también hay que decirlo.
Son diarias las noticias de casos en los cuales se relacionan jueces, magistrados y fiscales comprometidos en aberrantes conductas delictivas. Empezando por la cabeza; y para la muestra un solo botón: el ‘Cartel de la Toga’. Que se relaciona con hechos en los cuales unos magistrados y exmagistrados de la Corte Suprema de Justicia actuaron como intermediarios de decisiones penales. Una vergüenza.
La nueva Cndj no será competente para conocer de acciones de tutela. Los hechos hablan solos, y esa función se hizo más importante que la de su propia naturaleza, porque convirtió a la sala disciplinaria en una cueva de rolando; de la misma manera que la función otorgada a la rama judicial para integrar las ternas de contralor. En este último caso resultó peor el remedio que la enfermedad, porque la politización de las funciones de la rama judicial le restó imagen y legitimidad.
Los ciudadanos le terminamos perdiendo confianza a las instituciones de la rama judicial por haber pasado de jueces a convertirse en cortesanas.
Desde mi profesión contable, y ante el conocimiento de controvertidas decisiones judiciales en Colombia, siempre he creído que el patrimonio de algunos jueces, magistrados y fiscales no aguanta un exhaustivo análisis de auditoría para que se concluya en el enriquecimiento ilícito. Ingresan a la rama judicial con una mano adelante y la otra detrás, pero salen como magnates, y no es precisamente a partir de lo que formalmente devengan…
No es ninguna garantía el derecho al libre acceso a la justicia si, al mismo tiempo, no se produce una pronta y cumplida decisión en los plazos y términos que fijen las leyes. Justicia que no es pronta y expedita es más bien una injusticia.
Ante el panorama expuesto no hay esfuerzo innecesario en la vía de procurar una justicia igual para todos, y sin privilegios; y no debemos claudicar para lograr ese propósito. Esperemos que así sea.