La lengua qué tremenda es nuestra lengua, que siendo un miembro tan pequeño se jacta de grandes cosas. Y puede prender un bosque, puede comenzar un fuego, puede destruir una vida, y tantas cosas malas que podemos hacer y decir con nuestra lengua.
Dios aconseja: el que quiere amar la vida y ver días buenos refrene su lengua del mal y sus labios no hablen engaño. 1ra Pedro 3:10.
Tenemos que tener mucho cuidado con lo que hablamos porque nuestras palabras pueden herir, pueden dividir, causar pleitos derribar familias, y hasta provocar una gran desgracia. Por palabras mal dichas se han provocado guerras, divorcios, enemistades y muertes, nuestras palabras tienen mucho poder.
Es por eso que la Biblia dice que la vida, y la muerte están en el poder de la lengua. Y los que la aman comerán de su fruto. Proverbios 18:21
Nuestras palabras pueden edificar y pueden derrumbar, alguien dijo que las palabras hieren más que los golpes, y yo creo que es así. Por qué una palabra puede derribar completamente una vida. Cuáles son las palabras que estás hablando a tu familia, a tus amigos, a tus hijos, a tu esposo a tu esposa. Recordemos que todo lo que hablemos tendrá una consecuencia sea buena o sea mala, y de toda palabra que pronunciemos tendremos que dar cuenta un día. Es por eso que tenemos que ser sabio para hablar y muy prudentes en nuestra cultura hemos visto como normal las malas palabras, pero eso no es correcto porque por hablar mal nuestra vida está mal, nuestra tierra está mal nuestra región está mal, y creo que es tiempo de cambiar nuestras palabras y nuestra manera de hablar. Si cambiamos nuestras palabras, y nuestra manera de hablar nuestro entorno cambiará, nuestra vida cambiará y viviremos en paz.
Yo te invito ahora mismo para que revises cuál es tu manera de hablar, cuáles son las palabras que salen de tu boca a diario. ¿Son palabras de bendición o son palabras de maldición? ¿Son palabras de juicio o son palabras de amor? ¿Qué estamos hablando a diario?
Veamos lo que está escrito en la palabra de Dios Santiago capítulo 3: 1-12. Hermanos míos, no haya entre ustedes tantos maestros, pues ya saben que quienes enseñamos seremos juzgados con más severidad. Todos cometemos muchos errores; ahora bien, si alguien no comete ningún error en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de controlar todo su cuerpo. Cuando ponemos freno en la boca a los caballos para que nos obedezcan, controlamos todo su cuerpo. Y fíjense también en los barcos: aunque son tan grandes y los vientos que los empujan son fuertes, los pilotos, con un pequeño timón, los guían por donde quieren. Lo mismo pasa con la lengua; es una parte muy pequeña del cuerpo, pero es capaz de grandes cosas.
¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona. Está encendida por el infierno mismo, y a su vez hace arder todo el curso de la vida. El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, de aves, de serpientes y de animales del mar, y los ha dominado; pero nadie ha podido dominar la lengua. Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal. Con la lengua, lo mismo bendecimos a nuestro Señor y Padre, que maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen. De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga. Así como una higuera no puede dar aceitunas ni una vida puede dar higos, tampoco, hermanos míos, puede dar agua dulce un manantial de agua salada. Santiago 3:1-12. Nuestra lengua nos puede meter en muchos problemas por eso tenemos que ser prudentes a la hora de hablar.
“Si el árbol es bueno, dará buen fruto; si el árbol es malo, dará mal fruto; pues el árbol se conoce por su fruto. ¡Raza de víboras! ¿Cómo pueden decir cosas buenas, si ustedes mismos son malos? De lo que abunda en el corazón, habla la boca. El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en él, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en él. Y yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado. Pues por tus propias palabras serás juzgado, y declarado inocente o culpable. San Mateo 12:33-37.