El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘Costumbres perdidas’ de la autoría de Dagoberto López, incluida por Los Hermanos Zuleta en el LP ‘Pa toda la vida’, que dieron a conocer al público en el mes de octubre de 1980, en esa obra musical su autor lamenta que con el paso del tiempo se pierden las tradiciones en los pueblos, echa de menos las campanas de su pueblo, las noches de vigilia y los aparatos que salían en los caminos, hemos recordado esa canción en virtud del tema que habremos de comentar y que recomendamos leer de día y no durante la noche.
Evidentemente estamos ante la primacía de la sagrada realidad de la llegada de la Semana Mayor cuando recordamos con justificada gratitud el sacrificio de Jesús para salvarnos a nosotros, fue él quien para salvarnos aceptó resignado su inmerecido martirio, la violación de su debido proceso y su eje fundamental el derecho de defensa en un juicio irregular, amañado y sin pruebas como lo reconoció en plena audiencia su propio verdugo hasta ser finalmente ejecutado de la forma más degradante y aterradora prevista en aquel tiempo, clavado en la cruz.
Durante Semana Santa los creyentes recordamos a aquellos que sufren por las injusticias de sus semejantes, todo aquel que ha tenido que entregar su felicidad o vida para que otros puedan seguir viviendo, y también recordamos que la falta de carácter y/o de una formación moral son el ingrediente indispensable para cualquier desenlace fatal en el cumplimiento de los deberes que el Estado coloca en las manos de un ser humano.
No hay duda que no pudo el agua lavar las manos de Poncio Pilatos el prevaricador después de haberlas manchado con sangre aquel día que usó a un inocente para hacer complacencias a los sumos sacerdotes, quienes si sabían lo que estaban haciendo, los que nunca supieron para que los utilizaron fueron aquellos ignorantes, engañados y manipulados que en la multitud pedían a gritos que condenaran a Jesús con pruebas o sin ellas y que liberaran a Barrabas el delincuente, es lo que sucede cuando en la sociedad moderna se lincha moralmente a las personas que sirven o sirvieron a su comunidad mientras se les gradúa de patricios y de héroes a reconocidos aprovechadores del erario público y predigitadores de la corrupción.
Llama la atención que la emoción de las vacaciones que sienten muchas familias y la prisa de los nuevos tiempos han hecho olvidar que durante esos días de la Semana Mayor suelen suceder cosas terrenalmente inexplicables, aunque ahora en los montes y caminos el miedo es menor que antes.
Recuerdo que cuando estábamos muchachos nos contaban sobre cosas extrañas que pasaban en los roserios y en el pueblo, se decía que había un camino por donde se pasaba para llegar a la quebrá por donde nadie transitaba el viernes santo ni de día ni de noche porque algún aparato lo asustaba, nos contaba mi vieja que una noche durante esa semana crucial, mandaron a mi tío ‘Chombo’ Luis Eduardo Medina estando muchacho a encerrar unos terneros en el corral y cuando venía de regreso escuchó un ruido, y miró para atrás y vio cuando una luz inmensa y resplandeciente que lo seguía se trasformó en una grandísima sábana blanca iluminada que venía detrás de él e intentaba atraparlo, mientras corría despavorido pidiendo auxilio, ya muy cerca de la casa salió a su paso don Crispín Peralta, hermano de mi abuela y padre de las hermanas Peralta Rodríguez, él lo abrazó y hasta allí lo siguió la misteriosa aparición, y todavía comenta que recuerda perfectamente que fue cierto y siempre han dicho los viejos del pueblo que lo salvó el sacramento, porque quien salió a ampararlo era su padrino de bautizo. Dice mi tío que toda la vida ha intentado saber qué fue lo que vio y lo siguió.
Que Dios bendiga a nuestros fieles lectores y nos ampare a todos.