Para ser victorioso en la política, en algunos cargos de elección popular sólo basta sacar más votos que el rival o rivales, sobretodo en cargos de la rama ejecutiva (Presidencia, Gobernaciones y Alcaldías).
En la rama legislativa no siempre gana el candidato que más votos tenga, porque en el resultado intervienen otras variables para configurar el triunfo, entre ellas el umbral y la cuota repartidora, así que podemos ver perdedores con más votos que sus vencedores.
Por eso, para ostentar una credencial en el campo legislativo, comienza a jugar desde la votación hasta el olfato en la escogencia del partido al cual pertenecer.
Y tanto en la rama ejecutiva como en la legislativa el objeto central es propender la mayor votación posible y un coayuvante a este resultado es la coalición política, que es definida como el ejemplo vivo de que la unión hace la fuerza. Es una figura política que nos permite entre otras cosas, ya sea a nivel departamental, nivel municipal u otro nivel, lo siguiente:
La conformación de un gran movimiento que les permita a las minorías ejecutar sus planes de gobiernos en un mandato plural en asocio con los demás partidos para ejecutar una planeación mejorada que redunde en beneficio de la comunidad.
La coalición mayoritaria permite la estabilidad política tanto en el poder ejecutivo como el poder legislativo, al tener la mayoría de la votación garantizada para sacar adelante los proyectos necesarios que apunten al desarrollo de obras comunitarias importantísimas del ente administrativo, al igual nos minimiza el riesgo de corrupción por tener los votos necesarios para sacar proyectos convertidos en actos administrativos para el bien de una comunidad.
Ilustrando un ejemplo hipotético que nada tiene que ver con la realidad, nos imaginamos una disputa política por la primera magistratura a cualquier nivel donde hayan por lo menos tres o cuatro candidatos y que uno de ellos sea el candidato pupilo del mandatario de turno, que hasta la fecha tenga un buen movimiento pero que no le alcanza para llegar y dentro de todos los candidatos, dos punteen las preferencias, y uno de esos punteros, tenga el programa de gobierno muy similar al del candidato pupilo, bastante completo y benéfico para la comunidad y a la vez es un candidato de principios, pacífico y solidario.
En ese caso hipotético, si se pone a funcionar la lógica con el sentido común, observaría que quién juega al todo o al nada, generalmente se queda con el nada y vendrían las siguientes preguntas.
¿Qué es mejor: quedarse con un resultado casi, casi, o llegar en equipo participando de la credencial con facultad de ejecutar un programa de gobierno consensuado con unos candidatos de principios, programas e ideologías afines, que garantizarían la participación en el trabajo por el bienestar comunitario?
¿Cómo pagaría la historia y cómo se sentiría la conciencia de ese candidato pupilo, si a pesar de la ayuda recibida no hizo nada para propender una gran coalición mayoritaria y triunfadora que goce de respeto y gobernabilidad, para dejar la sucesión del poder y los destinos de la comunidad en unas manos capaces, tolerantes y emprendedoras, que proporciones la paz, el progreso y la solidaridad?
Por lo tanto, si este 27 de octubre se quiere ver triunfante un programa de gobierno socialmente benéfico y consensuado, si se quiere ver una sucesión de poder tranquila y en paz, si se quiere ver los destinos del pueblo en buenas manos y un gobierno rodeado de la comunidad, el paso a seguir sería la coalición política. YÁ