El domingo 22 de octubre de 2017, la organización musical de Iván Villazón estuvo de gira en Ocaña, amenizando una fiesta. Al finalizar la presentación, a las 2:30 de la madrugada, los músicos recibieron el pago del manager y se acomodaron en el bus que los traería de regreso a Valledupar.
En algún tramo de la vía Ocaña-Aguachica —que estaba en mantenimiento—, el conductor del bus se detuvo para permitir que una tractomula circulara en sentido contrario, circunstancia que aprovecharon cinco atracadores para irrumpir al interior del vehículo, todos encapuchados y con armas de fuego de corto alcance.
—¡Esto es un asalto!…, ¡el que se mueva, lo matamos!…, ¡entreguen el dinero y las prendas!…, el que esconda dinero o joyas y las encontremos, ¡lo matamos!
Hechas las advertencias, el jefe de los atracadores —para crear terror—, le dio una cachetada al acordeonero Saúl Lallemand, que estaba sentado en la primera silla detrás del conductor y le arrebató la cadena, el reloj y el dinero.
Otro atracador le dijo a ‘Micha’ Carrillo que entregara el anillo.
—Compa…, vea…, no me quite el anillo que es de mi matrimonio; es baratón y, además, no me sale y Ana Vivian va a pensa´ que lo empeñé por ahí.
—Ah, con que no te sale el anillo, vale —dijo el atracador con acento venezolano— entonces, ¡te voy a mocha´ la mano con el machete!
—¡Hey!, aguanta, no es pa’ tanto, espera yo me echo saliva pa ensuavisa’ el deo. La reacción de ‘Micha’ causó risa nerviosa al cajero, quien empezó a reir extraño… ¡jiojiojiojio! ¡jiojiojiojio!
—¡Ah, muy payaso! —dijo el asaltante— ¡Está buscando que le pegue un tiro en las guevas!
—Pa qué me va a dispara´ ahí…, ¡si eso está muerto!
El atracador molesto por la actitud del músico, lo maltrató y amenazó con matarlo si volvía a reírse o hablar pendejadas.
Una vez que se apoderaron del dinero, celulares, la guitarra, el bajo, un computador, maletines y otras pertenencias de los músicos, el jefe de la banda expresó: «Bueno, ya cogimos las cosas de valor…, ahora…, ¡los vamos a violar!
El asunto se puso tenso. Iván Villazón y varios del conjunto reaccionaron con algarabía, donde el jefe criminal, para calmar los ánimos revoltosos, introdujo el cañón de su arma en la boca del cantante, amenazándolo con disparar si no se ajustaba a sus caprichos.
—¡Comiencen con el gordito de atrás! —Exclamó el jefe señalando al más obeso del conjunto—
A los varios minutos, el violador exclamó: «¡Jefe!…, ¡no le encuentro el hoyito al gordo!…, ¡¿Qué hago?!
—¡Mátalo! —el jefe respondió con frialdad ante la mirada agonizante del músico—
Cuando el cabecilla dio la orden de asesinarlo, el gordo llorando desesperadamente dijo: «¡No me maten!…, ¡por Dios, todos los santos y la Virgen de Los Remedios!…, ¡no me maten!…, busca bien, que el hoyito ese está ahí…, ¡búscalo bien!
La respuesta del gordo produjo risotadas a los músicos y bandidos, hecho que indujo al jefe ordenar a su banda salir del bus para luego escapar.