El indio Julio Villafañe, miembro de la comunidad Arhuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta, se le ocurrió aventurar en las trochas de Pueblo Nuevo, Magdalena, en busca de oportunidades de trabajo.
Bajó la Sierra a pie y anduvo caminando varios kilómetros por la trocha que conduce de Pueblo Nuevo a Rabo Pelao, hasta que divisó una finca de propiedad de José Rodolfo Castro.
—¡Buenos días!, amigo, ¡busco trabajo!
—Ahora no hay —respondió José Rodolfo— pero, anda a la finca de Aquiles Aroca, como a 6 kilómetros de aquí, que de pronto allá encuentras.
El indio —una vez bebió el tinto que le brindaron—, continuó la marcha por esos caminos agrestes hasta que llegó a la finca de Aquiles.
—¡Buenos días!, busco trabajo.
—Ahora no hay —respondió Aquiles— tal vez encuentres en la finca de ‘Tuto’ Castro, como a 10 kilómetros de aquí.
Tan pronto el indio bebió el tinto que le ofrecieron, siguió a pie, dándole el sol en la cara. Al cabo rato, llegó a la finca de ‘Tuto’ Castro.
—Buenos días, busco trabajo.
—Ahora no hay —respondió ‘Tuto’— pero, de pronto hay en la finca de Federico Saad, como a 15 kilómetros de aquí, y le indicó como debía llegar.
El indio se bebió el tinto y enganchó a caminar hacia la finca del Peri Saad. Los rayos del sol parecían puñales que le atravesaban la cabeza. Lo único que había comido el pobre indio eran los tres tintos de los finqueros. El estaba acostumbrado a caminar en la Sierra, donde el clima es frío; aquí era diferente, la temperatura estaba como en 40 grados y el indio, con su atuendo sudao, estaba que tiraba la toalla. Después de tanto caminar llegó exhausto a la finca de Federico Saad, quien, en esos instantes, se estaba sirviendo un guiso de chivo con arroz y plátano asado. El Peri se condolió del indio y le brindó almuerzo.
Una vez Peri se enteró del motivo de la visita, le dijo que no tenía trabajo, pero le aseguró que en la finca de ‘Poncho’ Zuleta sí encontraría. Le explicó que la finca ‘Mi Salvación’ quedaba a 30 kilómetros. El indio agradecido por el almuerzo, se despidió y siguió caminando por la trocha. Después de una ardua caminata, llegó a la finca de ‘Poncho’ Zuleta, quien estaba descansando en un chinchorro guajiro.
—Indio, que haces por aquí
—Vengo de Sierra, a buscar trabajo finca de ‘Poncho’ Zuleta.
—¡Por supuesto!, indio, aquí hay trabajo
—Y ¿qué toca cer Yuyo?
—Tienes que levantarte a la 1 de la madrugada. Luego, debes ensillar el mulo para ir con los demás vaqueros a buscar mil vacas paridas al potrero, para llevarlas al corral. Te toca ordeñar 100 vacas. Después del ordeño, tienes que ir en el carroemula a llevar la leche a la quesera de al lado; luego tienes que limpiar el corral y lavar los calambucos; después te toca dar maíz a las gallinas, yuca y suero a los puercos y al terminar, coges el hacha y el machete para limpiar la montaña que está al frente del corral. Después te subes en el mulo y revisas las cercas. Al medio día —tan pronto almuerces—, tienes que ayudar a capar y topizar los terneros y después amansar unos potros. Al acabar la tarde, tienes que desensillar el mulo, lo bañas y lo llevas a descansar al potrerito detrás de la casa. Después de todo eso, comes y descansas hasta la 1 de la madrugada cuando comienza otra vez la jornada.
El indio, acalambrao’, se quitó el gorro y con voz cansada, exclamó: “Con razón es que no hay trabajo en las otras fincas…, si todo el trabajo está aquí”.