Las encuestas realizadas en el Departamento para seleccionar candidatos únicos partidistas han dejado un sabor amargo y antes de unir y fortalecer partidos, han conseguido el efecto contrario.
La del Centro Democrático para la candidatura a la Gobernación permitió conocer a posteriori, de la pluma de un precandidato, lo amañado o la manipulación de la ficha técnica para favorecer a la candidata ganadora. En el caso del Partido Liberal para la Alcaldía de Riohacha, antes de conocer los resultados, ya un precandidato había denunciado el hostigamiento a los encuestadores, que posteriormente la firma encuestadora confirmó.
En ambas situaciones los partidos han quedado muy mal parados en la meta de alcanzar el poder. ¡Después de ambos procesos han quedado más rotos que corazón de adolecente desengañada! Las posibilidades a Gobernación de la candidata ganadora de la encuesta se ha extinguido tanto que aparece siempre con muy pocas intenciones de votos y poder de convocatoria y los medios de comunicación dudan que le entreguen el aval del partido. El candidato perdedor que hizo una brillante exposición de cómo se manipuló la encuesta para favorecer a la contraparte, desapareció de la arena política.
El caso liberal a la Alcaldía de Riohacha amerita un análisis más profundo. Mucho antes de terminar la encuesta se supo de hostigamientos a encuestadores y de participación activa de una de las precampañas en el proceso mismo, lo que fue ampliamente difundido por uno de los precandidatos y denunciado a la dirección general del Partido Liberal. Posteriormente, esa información fue confirmada por la firma encuestadora, lo que le obligó a suspender la encuesta en el barrio Matajuna y anular los resultados en el populoso barrio Entrerrios del área urbana.
A pesar de las denuncias y sobre todo, de los resultados, se decidió aceptarlos y conceder el aval. De 400 encuestas, el 38,4%, es decir 154 personas optaron por uno de los candidatos y el 34,7, es decir 139 lo hicieron por el otro. Si el margen de error es del 5% (20 votos) como lo anuncia la ficha técnica, se trató de un empate. Ante estos resultados y lo controvertido de las denuncias, lo más sano para el Partido Liberal hubiese sido anularla y repetirla con veedores de ambas partes.
Todo lo anterior ha dejado muy mal parados tanto a los liberales como a su candidato a la alcaldía, ya que la contraparte no acepta esos resultados; según su criterio, muy amañados. Capítulo especial merece este partido en lo concerniente al aval a la Gobernación, que a diferencia de las dudas y controversia a la Alcaldía, a esa entidad un candidato único, diputado de esa misma colectividad, le solicitó el aval, pero ha hecho todo lo posible para no entregárselo. Con esto el mencionado partido pierde el poco prestigio que le quedaba.
Estas encuestas interpartidistas deberían ser herramientas de investigación que le permitan a estas organizaciones recolectar datos como opiniones y actitudes de la ciudadanía a través de preguntas simples aplicadas a una muestra significativa, para fortalecerse orgánicamente y sacar sus mejores candidatos. En medio de la suciedad politiquera, se han utilizado estos procesos hasta para “sacar trapos sucios” y en vez deconocer la tendencia real que existe entre los precandidatos a un puesto de elección popular, se hace lo contrario. Estas encuestas y solicitudes de avales han servido para conocer límites éticos.
Nuestro sistema político atraviesa una de sus peores crisis, asociada a constantes escándalos de corrupción en los que están involucrados sus principales miembros. En la actualidad cualquiera puede ser presidente, senador, alcalde o gobernador, sin tener ni formación académica ni experiencia y por ende una ignorancia absoluta de administración pública. Este tipo de renovación retrógrada ha implicado la improvisación y todo un desfile de personajes que lamentamos por sus actos de corrupción, bajeza personal y moral. Pero, los seguimos eligiendo.