Por José Luis Arredondo Mejía
En reciente documento el Departamento Nacional de Planeación (DNP), que bien puede interpretarse como una definición más ambiciosa y detallada del concepto competitividad, identifica las asimetrías entre los departamentos del país a partir de sus fortalezas y oportunidades de mejora. Es oportuno resaltar que Colombia ostenta una posición mediocre a nivel ecuménico en materia de competitividad –puesto 66 entre 137 países medidos–.
Según un estudio sobre competitividad interna patrocinado por la Cepal año 2017, y cuyo parámetro superior es 100, Cundinamarca/Bogotá con 87.5 son punteros en ese escalafón y están ubicados en el nivel extra, La Guajira con 36.8 puntos se estaciona en el nivel bajo. En el Índice Departamental de Innovación para Colombia 2019, del novedoso documento de Planeación Nacional reseñado arriba, en términos generales el departamento ocupa la posición 28 entre 31 entidades. Ambos resultados abrumadoramente preocupantes. Somos coleros dentro de la mediocridad nacional.
Lo esbozado ratifica los efectos contraproducentes, le da otro mentís a la minería basada en el carbón como actividad promotora del desarrollo económico y el progreso. Casi cuatro décadas después del extractivismo estamos peor que cuando estábamos mal. A pesar de ser una actividad con uso intensivo de conocimiento y que su competitividad está en función del mejoramiento, del perfeccionamiento de las capacidades locales de innovación, acá no es válido ese aserto. Aplica obviamente en los países de origen de las empresas matrices que, extraen los recursos naturales. En ellos es dónde se produce ese elevado nivel de conocimiento que propicia la elaboración de las sofisticadas maquinarias y procesos que son “importados” y usados exclusivamente en el enclave, por lo tanto no existe la más mínima posibilidad de que ese sofisticado e intensivo uso de conocimientos se irradie en la región. He ahí una paradoja. La Guajira no participa en absoluto de los procesos investigativos, innovadores y de formación que hacen factible la producción de esos bienes y servicios especializados utilizados por la minería que se ejecuta en su interior.
Un elemento determinante en el mejoramiento de las condiciones para la competitividad y la creación de un ambiente innovador, y que se sobrepone a todos los demás insumos es el que se encuentra conexo con el conocimiento. Estamos inmersos en la “sociedad del conocimiento”, entonces es vital, determinante, transformar los distintos ámbitos y niveles educativos. La competencia hoy día no es tanto entre productos y servicios sino entre conceptos innovadores de negocios, lo cual está sólidamente anclado en la generación de capacidades de innovación en ciencia y tecnología. En ese marco la Universidad de La Guajira debe asumir la vanguardia para suministrar educación de alta calidad, que se traduzca a su vez en mayor productividad y lógicamente en mayores niveles de competitividad. Calidad educativa y generación de conocimientos son prioridades al momento de asumir el reto de promover el mejoramiento de los estándares de competitividad e innovación locales.
La estructura académica y administrativa y las actividades investigativas de la Universidad son vitales para generar un entorno económico y social a la altura. Se tornan perentorias las alianzas y estrategias que articulen sector público, sector privado y academia. Si bien el departamento en el pilar de Capital humano e investigación en documento de Planeación se encuentra en la posición 26, la calidad de la educación superior adscrita a ese pilar es el aspecto en que mejor le va, al ubicarse en la posición 15. Se debe partir de esa “fortaleza”, centrar allí los esfuerzos en procura de generar el ambiente innovador, sobre todo teniendo en cuenta que algunos de los insumos restantes, además de mucho más costosos en términos financieros, como lo atinente a la infraestructura, otros como sofisticación de mercados y sofisticación de negocios implican variables y condiciones difícilmente controlables internamente.