En los últimos tiempos, la humanidad, experimentaba el auge desenfrenado de una vida signada por los avances tecnológicos que aparentaba brindarle al ser humano una existencia llena de confort y bienestar, acompañada de una felicidad basada en las redes sociales; que es la vida en comunidad moderna, y verdaderamente, quien podía negar u oponerse a pensar que no fuera así.
Sin embargo para la generación x, esa que nació en los 60 y 70, la cosa es totalmente diferente, nosotros crecimos en otra época, esa en la cual un abrazo es más importante que un like, que una buena charla sentado en el pretil de una esquina es más importante y placentera que una conversación por el WhatsApp. Somos de los que saludamos de manos y besos, porque lo sentimos y no solamente por una simple forma de cortesía.
Nos gusta visitar a los amigos y recordar aquellos tiempos en los que jugábamos al trompo, cometa o boliche. Entrar a la casa de los vecinos y sentir que ese también es nuestro hogar. Reírnos a carcajadas de aquella broma pesada que le hicimos en alguna ocasión a un miembro del combo de la cuadra. Decirle hermano o compa, a cualquier persona solo por el hecho de reconocerlo.
Somos de los que conocemos en su integridad la descendencia de casi la totalidad de nuestros pueblos, si alguien necesita saber, de quién es hijo o nieto fulano o sutano, nos preguntan a nosotros, y es la oportunidad de entablar una estupenda charla, con quien nos pregunta. Esa charla más bien parece una historia llena de recuerdos y datos históricos que cautiva a quien nos escucha y terminamos en una tertulia a la cual en el transcurso de la misma se han ido adhiriendo algunos más que aportan y corrigen algunos yerros que en la disertación hayamos podido tener.
Somos los que queremos celebrar, cualquier ocasión con un buen asado o un sancocho, rodeado de amigos y familiares, en donde bailamos al son de una buena música, agarrados o sueltos, en parejas o en grupos, haciendo la recocha y el tradicional trencito o el pique para demostrar quién es el que mejor baila. Esa es la vida social que nos gusta y la que hoy extrañamos. No sabemos si volverá a ser igual.
En nuestros pueblos es tradicional, reunirse en espacios comunes, como plazas o parques, los adentrados en algunos años, para comentar los sucesos del día y los hechos políticos, o simplemente para disfrutar de la cherchita, los más jóvenes, en calles y canchas de tierra, cuando va cayendo la tarde para disfrutar de un buen picaito de fútbol.
El Covid llegó, como una amenaza mundial para la tranquilidad y el bienestar de todos, y con él, una serie de normas de comportamiento social que nos toca acatar para cuidarnos y cuidar a los demás. Quedarnos en la casa es un sacrificio tremendo, no abrazar, con lo que nos gusta hacerlo para demostrar cariño, no besar ni siquiera a nuestros hijos y adultos mayores como nuestros padres, no saludar de mano a ese amigo entrañable, no tocar a los demás, si para nosotros es un ritual que hace parte de la conversación, distancia de más de un metro como si fuéramos desconocidos, usar tapabocas no nos permite, en muchas ocasiones reconocer a quien nos habla.
No sabemos si volverá a ser igual, a lo mejor no. Solo esperamos, depositando la confianza en Dios, que todo esto pase y podamos volver a encontrarnos al final de esta infortunada experiencia.