Cuando habla el dolor rompe en llanto el silencio, cuando solloza la tristeza, se enlutece el alma, el espíritu, el rostro y el cuerpo, pero cuando se toca la dignidad, se levanta la soberbia, la rebeldía y hasta se ciega y se nubla la mente para que la lengua dispare dardos de la impotencia y la inconsecuencia de quienes dicen jurar ante Dios, para salvar vida y sanar enfermos.
Hoy me toca poner el dedo en la llaga, y levantarme en voz alta, para decir, ¡ya tocamos fondo señores¡ con la desatención de usuarios, pacientes y enfermos ¿qué pasa con los centros hospitalarios de Riohacha?, se han convertido en hoteles cinco estrellas, por su estructura física, que realmente centros médicos de salud especialistas, para salvar vida; se queda uno sorprendido, estupefacto, aturdido por la paquidermia asistencial que reina, la inoperancia y la falta de ética profesional, pululan a tutiplén, y lo otro la falta de tecnologías y especialistas para detectar y proceder en la inmediatez y salvar vida. Definitivamente estos hechos, causan más terror en los centros hospitalarios que en los mismos cementerios.
La ley divina en sus 10 mandamientos, profetizan amar a Dios, sobre todas las cosas y amar a tu prójimo como a ti mismo, los derechos humanos, en su declaratoria reza, el derecho a la vida, a la seguridad y no sufrir torturas, ni tratos inhumanos y degradante, todas estas consideraciones las expongo por la muerte de mi cuñada Inírida Mena Montenegro, madre de Mairo Alberto Ceballos Mena, ingeniero ambiental y excandidato a la Alcaldía de Dibulla, hermana de mi esposa Arisneth Elizabeth Mena Montenegro, no es posible ver entrar en uso de razón, a una persona supuestamente por un simple dolor, y ver ineficiencia campear del servicio clínico para dejar padecer en medio de la angustia y el afán familiar sin importar el dolor ajeno, es el colmo de los males señoras y señores.
Todo un misterio en la atención, de mi cuñada que según muere por trombo intestinal, aduciendo que para ese tipo de patología no hay especialista en la ciudad, que el servicio clínico que requiere es para un centro de tercer nivel y en Riohacha no existe, que no hay cama, que la empresa que la cobija no contrata con X o Y clínica, y cuando en medio de los corre y corre se abren las posibilidades para su traslado la bendita ambulancia no aparece y luego aparece en el desespero y con la paciente a dentro, se apaga y se tuvo que empujar para que prendiera… Ayyy, Dios mío.
Todas estas torturas psicológicas y físicas las viven los dolientes y pacientes en nuestras clínicas, por favor ya basta, más vergüenza y ética profesional, más dignidad en el trato, es algo espeluznante, hago esta denuncia pública porque de verdad duele, que cada día surjan estas cosas, y tener que vivirla con una persona especial en nuestra familia, una mujer que por su calidez, estilo solidario, atención, calor humano y su deferencia conmigo en mi hogar, con mis hijos, mis nietos y su hermana Arisneth, fue muy especial y lo menos que puedo hacer es callarme ante la atención brindada por la Clínica Anashiwaya.
Me duele ahora después de su muerte valorar y destacar en reconocerle a ella sus bondades, don de gente y calidad humana. Inirida, nos deja una tristeza y un dolor fuerte en nuestro corazones, no sabes cuánto lo siento, ya dejaré de verte, entrar y salir de mi casa a cada rato, dándonos vuelta y por las mañanas y las tardes, compartir el tinto con nosotros en casa y hablar de los acontecimientos del día a día, ya no te buscaré para sentir tus manos suaves, para ponerme una inyección, cuando presentaba algunas dolencias físicas, no me llevarás los mangos, cuando del trayecto de donde vivías a mi casa, encontrabas esa fruta en las calles, y me decías con esa sonrisa y regocijó Giova, mire lo que le traje, ya no te volveré a ocupar para que nos hiciera las tomas caseras, te fuiste para siempre Inirida, siempre te vamos a recordar.
Dios te conceda descanso eterno y brille para ti, la luz perpetua.
Paz en tu tumba.