Los partidos políticos han envejecido

“La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión”. Con esta acertada definición fue aprobado, por la Asamblea Nacional Constituyente francesa, el artículo segundo de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el 26 de agosto de 1789. Consideraban que la ignorancia, el olvido y menosprecio, de éstos derechos, son las únicas causas de los infortunios de los pueblos y la corrupción de los gobiernos. Este enfoque histórico es importante, especialmente, para que se mantengan presente los derechos y deberes, estimulando y recordando que su c finalidad es que sean respetados, dentro de las organizaciones.

De hecho, los partidos políticos son movimientos de interés público, constituidos con el propósito de promover la participación ciudadana en la vida política y democrática del país, contribuyendo, de igual manera, a su integración, dentro de un contexto de ideología política, principios y valores representativos. Anteriormente la idea de partido estaba ligada al concepto de “poder compartido” y responsabilidad social. Obviamente, que el compromiso adquirido, bajo los fundamentos y criterios de los partidos políticos, es esencial en sus integrantes; integridad moral, entereza personal y social, dentro de una notoria democracia. Hacen parte de su responsabilidad, apostándole a un desafío sociopolítico, para resolver las necesidades de la sociedad.

Algunos dicen que el ideal democrático no define la democracia. Pero la democracia representativa del pueblo sí; cuando a sus dignatarios, elegidos libremente, se les otorga autoridad. Autoridad reflejada en los intereses de la ciudadanía. Naturalmente, orientados por principios básicos del partido. Las funciones representativas dentro del gobierno, por una persona, representa el poder político, influye sobre otras identidades políticas de la sociedad, generando un antagonismo enfermizo; también representan la sociedad electora y establecen comunicación entre el pueblo y el gobierno.

En estos momentos tenemos una etapa de preocupación. Los partidos, encabezados por sus dirigentes, no aprovechan el papel fundamental que juega la política pública. Son incapaces de entenderla, haciendo más estrecha la comunicación gobierno-ciudadanía. Los principios básicos, que mantienen los ideales partidistas, no tienen eco en la población, han caído al vacío, un gran abismo de corrupción sin fin.  Sus dirigentes o quienes ejercen liderazgo, sin dignidad, no han tenido el valor de levantarlos, perdiendo esa condición social y el prestigio que tuvieron. Se han dedicado a otras actividades: mantener la sociedad polarizada, generando violencia y llevándola a los extremos; y a negociar. La mayoría de sus dirigentes y funcionarios violan las leyes aceptando indulgencias, haciéndose los de la vista gorda.

Cada día es más notoria esta práctica.

Han fabricado patrones populistas, logrando el antagonismo entre los que no tienen nada y los que están buscando en la nada. El verdadero interés de los políticos no radica en las gestiones que haga, ni en su ideología, sino en la capacidad de maquinar conspiraciones, organizar alianzas y engañar a quien sea necesario para conseguir sus objetivos. Como votantes populares, dejemos de ser ingenuos. Hasta que no entendamos dónde estamos y para dónde vamos, seguiremos diciendo que: “estamos mal, pero vamos bien”. ¿Por qué los seres humanos se tratan con tanta violencia? Porque las relaciones desiguales de la sociedad, impuestas por los que dicen ser dirigentes, que nos mantienen como instrumentos para sus fines personales.

  Por todas estas razones no podemos envejecer con los partidos y sus directivos. El cambio es constante, es transformación, si queremos mejorar, es importante la libertad de pensamiento y actuar.