Palomo Blanco

En el mundo material todo tiene su valor y las economías ahora se identifican por una marcada policromía según su actividad. El valor sentimental es el afecto que nos permite conservar todo lo que nos pertenece, sin deshacernos de ello, solamente por fuerza mayor o en casos fortuitos. Antiguos mandatarios, personajes de las cortes y caballeros andantes, defendían con mucho honor sus cabalgaduras hasta el final de sus días. Con ocurrencias como la del Emperador Calígula, que nombró cónsul a su caballo Incitatus o la de hacer de ellos como un miembro de su unidad familiar tales como: bucéfalo de Alejandro Magno, Babieca del Cid Campeador, Brilladoro de Orlando, Bayardo de Reilando de Montalván y Rocinante de Don Quijote. ¡Ah! faltaba el bayo de Françoise!, que siempre encabezaba la cabalgata.

Simón Bolívar tenía uno en particular como su favorito llamado Palomo Blanco, fue su fiel compañero en el que cabalgó y salió victorioso en grandes batallas pero además, él tenía un significado característico y poderoso con un presentimiento. Antes de que se encontraran por primera vez andaba en un caballo anciano y agotado y por medio de Casilda Zafra encontró lo que buscaba, mediante un presagio de quien era a la vez, oráculo en Santa Rosa de Viterbo; soñando que regalaría un potro blanco a un destacado general y por medio de su guía, durante la Batalla del Pantano de Vargas recibió el potro ofrecido por Casilda. El caballo que bautizó como Palomo Blanco, se convirtió en su compañero en el que cabalgaría y lograría muchas victorias.

Palomo Blanco, muy querido y apreciado por Bolívar, era también uno de los aclamados y admirados en las entradas triunfales tras sus victorias. Su color era como de un copo de nieve, su fortaleza física sobresalía al ser muy robusto y veloz  su movimiento. Era prácticamente imposible no imaginar a Bolívar sobre el poderoso Palomo Blanco en las batallas, radiante y triunfal compañero de vida del militar.

Pero el general no en el ocaso de su carrera y después de su regreso de las guerras del sur, todo el que lo veía pasar bajo los arcos de flores, se quedaba con el asombro de su figura. “ya el brillo de su espada no era el vivo reflejo de su gloria”. Bolívar había regalado su compañero de mil batallas –Palomo Blanco–. El más glorioso y conocido se quedó en Bolivia en poder del general Andrés de Santa Cruz “vino montada en una mula pelona, con los cabellos encanecidos y la frente surcada de nubes errantes, la gloria se le había salid del cuerpo”. De ahí en adelante ninguno de sus planes le resultó.