En el recuento de la vida empresarial en La Guajira, la observación empieza a partir del comercio de pieles, dividivi –producto natural para curtir cueros–, perlas y otros artículos artesanales, con las Antillas holandesas y cimentados en el valioso hecho natural de ser costero y que se sucedía en un mar de abrigos como el Caribe, dispuesto a acoger iniciativas locales y de inmigrantes italianos, holandeses y arubianos.
Las riquezas naturales mineras de talco, yeso y posteriormente sal marina, aportaron luego a un nuevo momento empresarial. El estado, propietario de estos recursos, les dio explotación por mucho tiempo, para concentrarse luego en las salinas de Manaure, luego de cerrar las de Bahía Honda, por razones de costo de transporte.
El descubrimiento de grandes yacimientos de gas natural a inicios de los años 70 le dio al Departamento una fuente importante de ingresos a través de regalías, sin que ello se tradujera en efectos en empleo, ya que los hidrocarburos en su etapa productiva tienen un requerimiento muy bajo de mano de obra. La nación, por su parte, recibió un impulso enorme en su canasta de consumo de energía, ya que con el gas se sustituyó una buena parte de la electricidad que demandaban los hogares en toda Colombia.
Ya en los 80 inicia la construcción y posterior operación del complejo del Cerrejón, la mina a cielo abierto de carbón térmico de mayor dimensión en el mundo, que aún opera a pesar de las evoluciones que se ven venir en la canasta energética mundial, con una tendencia galopante hacia las energías renovables. Sus efectos han sido muy favorables, desde la alta demanda de mano de obra en sus diversas etapas, como en la generación de voluminosos ingresos fiscales nacionales y regionales.
Como se advierte, en La Guajira existen dos tipos de empresas privadas: las megaindustrias explotadoras de recursos naturales y las pequeñas y microempresas de comercio y servicios, muchas de ellas ligadas a proveer de ellos a estos titanes organizacionales.
No hay una capa intermedia que genere empleo, dinámica empresarial, aglutinación de esfuerzos gremiales ni vocería frente a las instituciones de gobierno. Sigue entonces, la macrocefalia del sector público sin interlocutores independientes del sector privado, como sí sucede en los departamentos en los cuales se ha gestado esa mediana empresa con el pasar de los años.
Como una buena iniciativa de esas dos gigantes líderes en el Departamento, Cerrejón y Promigas, se dio a la luz un centro de pensamiento, Guajira 360º, que aportara datos y análisis para una buena gestión del desarrollo peninsular, entendido este como una corresponsabilidad de los sectores público y privado: el primero, dotando a la comunidad de los servicios esenciales para el bienestar general, y el segundo, al darle una buena orientación a la inversión privada para aprovechar los elementos de competitividad con los que cuente la región.
Consolidar un centro de pensamiento no es tarea de un día; en Colombia, donde el análisis objetivo de la información es un privilegio, acercarse desde la región nuestra a esos modelos no escapa a la dura lucha por tener criterios independientes para la implementación de programas de desarrollo y orientación de la inversión pública. Los resultados de Guajira 360º están a la vista, ya que se volvió en solo cuatro años un referente para información confiable bien condensada a disposición de planificadores y estudiosos de la situación guajira y su evolución.
Estas evoluciones se han visto truncadas hoy: en Promigas, un cambio de perspectiva de los apoyos a esfuerzos como este, sacó de su presupuesto el soporte con el que cada año ayudaba a cubrir la operación del Centro desde el año pasado. Inexplicable e injusto: un monopolio rentable, altamente rentable, como el que ha ejercido con el gas guajiro durante décadas, que la convirtió en una multinacional del negocio, no debería darse el lujo de truncar una iniciativa que le aplaudimos en su momento, así como le criticamos ahora al haberlo dejado expósito.
Lo que invertían anualmente en la tarea de acumular pensamiento regional era de una marginalidad, que me atrevo a compararla con el costo mensual de un esquema de seguridad de cualquiera de sus directivos.
Le dejó a Cerrejón, sola, la continuidad de financiarlo y, como decimos coloquialmente, el ojo llorando y echándole sal: el precio del carbón deteriorado, sin visos de recuperación y una situación de conflicto laboral que no termina, terminaron, valga la redundancia, con el Centro.
Pedimos una revisión de estas decisiones; el largo plazo y lo que está en juego para el Departamento nos lleva a demandar con pleno derecho que, no solo se continúe con el Centro Guajira 360º, sino que se fortalezca en su asignación de recursos y se vigorice su participación en las tareas de La Guajira que está por construir, a ver si entra al fin al siglo XXI. Hay nuevas empresas entrando al Departamento: aquellas que generarán energía renovable, la que el mundo demanda ansioso. He aquí otra fuente de recursos para gestionar aportes a la continuidad del Centro. Todos en el Departamento debemos buscar que sigamos pensando, a través de esta organización.