Probablemente, usted como yo, hemos soñado con un país maravilloso. Una gran nación, donde nuestras familias alcancen un grado de desarrollo y progreso importante para todos; donde podamos cumplir nuestros sueños, dentro de una sociedad garante de justicia y equidad; donde se erradique la pobreza, la ignorancia y la corrupción; donde encontremos un pueblo con una clara visión y misión definidas, comprometidos con una economía productiva progresiva. Pero, todos esos sueños se han ido al traste, la ausencia de los políticos, como los cometas, aparecen en épocas electorales; ya elegidos se apropian de los cargos para servirse ellos y no al pueblo que los eligió. No son capaces de encaminar al país en la construcción de una buena calidad de vida.
Sin lugar a dudas, los políticos y empresarios, no son los culpables de la crisis que sufrimos, el pueblo, siendo mayoría y los elige, también tiene gran responsabilidad. Nos preguntamos ¿Por qué? Porque seguimos eligiendo a los mismos, con las mismas promesas incumplidas: como en el paraíso de los mediocres, sumidos en la pobreza, la desigualdad social, la injusticia, enarbolando la bandera de la ignorancia. Para colmo de males, esa minoría que nos gobierna, ha desmejorado a millones de personas con su polarización.
Han aplicado correctamente “la metáfora de las hormigas”; si se recogen hormigas negras y monas y se colocan en un envase de vidrio, permanecen tranquilas, pero si las agitamos comienzan a matarse entre ellas. Como pueblo, nos han agitado y estamos peleando una guerra que no iniciamos.
La polarización política, en palabras del periodista estadounidense, Ezra Klein, profundiza nuestras diferencias ideológicas, hasta volverlas irreconciliables. Es obvio, estamos sumergidos en esa polarización política, que ha generado conflictos sociales, con familias enteras, que hoy por hoy, tienen una división bien marcada. Asimismo, se han deteriorado amistades de muchos años. Y, lo que es peor, no se puede sostener una conversación amigable, porque siempre afloran las diferencias ideológicas de cada quien. Igualmente, no se puede expresar una opinión razonable, aparecen los contradictores diciendo que perteneces al bando contrario; hay enemigos ocultos en todas partes. Lo cierto es que hoy nuestra sociedad está sufriendo, en gran medida, esa división que la ha enfrentado, defendiendo, por supuesto, lo que no tenemos.
Estos enfrentamientos son aprovechados por políticos, a quienes no les interesa el pueblo que los elige, como dice el refrán: “en río revuelto, ganancia de pescadores”. Ellos son los que ganan con esos enfrentamientos, no se inmutan y mucho menos les importa si la sociedad avanza. Así, seguimos esperando cada cuatro años para ver si cambia la situación. Muchas veces me he preguntado, ¿Será que la gente aprendió amar sus cadenas? Pregunta apropiada, dicha por el personaje de “Juegos de Tronos”, Daenerys Targaryen. La costumbre siempre genera conformidad, por eso estamos estancados. A pesar que las circunstancias históricas demuestran que los pueblos evolucionan a la par de ellas, unidas a la experiencia ¿seguimos lo mismo o nos arrastra la corriente?
Los gobernantes jamás se han preocupado por el pueblo. No han diseñado un proyecto de gobierno, con un plan dirigido al pueblo, donde prevalezcan y se reconozcan sus intereses y las necesidades de la comunidad. El interés principal es mantenerlos en condiciones malsanas y darles lo que le corresponde como si fueran favores que les estuvieran haciendo. No les interesa que conozcan las transformaciones de las sociedades avanzadas, han evolucionado a través del tiempo, con cambios políticos, económicos, sociales y culturales, sin llegar a los extremos. Mientras tanto y sin remos de salvación, seguiremos navegando en el río de mentiras y promesas incumplidas; solo los peces muertos siguen la corriente, como lo manifiesta el escritor inglés, Malcolm Muggeridge.
Nosotros tenemos ese derecho constitucional. Somos los que debemos ir marcando y siguiendo nuestros caminos. No podemos continuar ciegamente con la amargura de la polarización. Esa amargura hace parte del mal convivir del hombre frente a la sociedad. Sufrimos de inconformidad, pero seguimos experimentando la polarización que se ha llevado familias, amigos y vecinos de toda la vida. Nuestro futuro debe estar libre de este flagelo. En nosotros está si continuamos como las hormigas en el frasco de vidrio o seguimos la corriente, como los peces muertos de Muggeridge.