Las generaciones de nuestro país, sin ningún distingo de época, han estado marcadas por historias construidas por líderes que han hecho de su acción pública, un fortín para sus intereses personales, que van desde la construcción de grandes fortunas, hasta el olvido de sus representados en los cargos para los cuales los elegimos, alejándose de lo que la persona del común espera, que es la atender las esperanzas del pueblo y la búsqueda del bienestar de las comunidades que representan, condiciones que muy pocos de ellos ofrecen.
Nuevamente participamos y somos testigos presenciales de épocas de elecciones para los cargos públicos, los procesos electorales que tiene nuestro país no son del todo libres, pues tenemos un modelo donde los partidos políticos son los que dan los avales a los líderes, a los candidatos que participarán en las propuestas electorales, esta es una forma de limitar la libre participación para la elección de los representantes en los cargos públicos. De esta forma se limita la visual del pueblo, solo se podrá elegir a candidatos avalados, o la otra forma con alto grado de dificultad, es la de seleccionar los candidatos con un apoyo previo por firmas casi unánime de su comunidad.
Necesitamos definir la forma de ver las características de nuestros líderes, en especial de sus propuestas y de sus partidos, las opciones de hoy están marcadas por entornos y hechos que no dejan mucho espacio para elegir, pues la corrupción y los malos manejos son la tónica, la pulcritud y el liderazgo para atender las necesidades de los pueblos son acciones de segundo plano.
Elegir una persona con las condiciones idóneas para gobernar cada día es más difícil, por eso el adagio popular “no hay peor ciego que el que no quiere ver” continua vigente, pues seguimos eligiendo las mismas personas, los mismos grupos políticos y en muchas regiones rurales, los mismos gamonales.
En estas semanas hechos que solo suceden en nuestra patria, nos muestran cómo hasta los nuevos partidos políticos, resultados del proceso de paz, abusan de la condición que tenemos, somos un país de ciegos, pues un ciego hizo de nuestra justicia y proceso de paz lo que le vino en gana, y no hubo un ente o persona que pudiera ver, anticiparse de manera idónea a nuestra ceguera, a las acciones de líderes corruptos, dando espacio para que todo un proceso de paz quede en entre dicho, en estado de desconfianza por parte de todos.
Es hora de quitarnos ese velo que no nos deja ver, pues hasta un ciego nos engaña, seamos un país donde podamos elegir a nuestros líderes por sus características personales orientadas por la honestidad, la pulcritud, con propuestas a favor del pueblo, que genere cambios, que gobierne con el pueblo y para el pueblo, exigiendo se nos muestren propuestas y que sea real la forma de evaluarlos.
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