Sumain Wayuu, como el Ave Fénix

Por Mavis Stella Granadillo Peñaranda

Sacudiéndose de sus cenizas la comunidad indígena Sumain Wayuu es hoy prioridad en la agenda social de la primera gestora social de los colombianos, la filántropa Verónica Alcocer, a quien le llegó información y referencia de la miseria, peripecias, sufrimientos y escasez en que viven los wayuú con asentamiento en esa comunidad.

En una visita que se programó para 25 minutos sin reparos en la zona, la hora y las condiciones climáticas, la primera gestora de la nación se relajó tanto como su personalidad humilde y arrolladora disponiéndose a escuchar los lamentos de la raza.
Ignorados, borrados de las listas de beneficios institucionales, sin seguridad social, no censados y abandonados a su suerte; esta comunidad lleva una vida de pobreza, muerte de niños y adultos mayores que por sus usos y costumbres no son reseñados en las estadísticas, sumando tres niños muertos y cinco personas adultas en lo que va corrido del año 2023.
Sin agua para el consumo humano, casi que inexistente para las labores propias del diario vivir; sin medio de subsistencia, sin atención en salud, sin comida, Sumain Wayuu ha sobrevivido gracias a manos amigas, familiares, la venta de artesanías que no son la mayor rentabilidad, de lo poco que sin agua si les provee la madre naturaleza y salen a vender mangos, ciruelas, mamones. Las fuentes son los productos como el carbón, el petróleo, que hacen parte de lo que ofrecen para obtener algo de dinero.
Una joven de la comunidad, más por una curiosa desesperación de hacerse escuchar por representantes del Gobierno de Gustavo Petro, subió a las redes un video en donde simulando un sepelio wayuú enterraron el hambre, a los niños fallecidos, la sequía y su cúmulo de necesidades.
Mareygua (diosa, ser superior), entendió su intención y esa fue la punta del iceberg para que la primera gestora de Colombia volteara su mirada hacia la desidia en la comunidad Sumain Wayuu, como retrato y testigo mudo del abandono institucional de La Guajira.
“Se oye un grito en el desierto; se oye una voz apagada. Se nota un destino incierto en el indio que trabaja”.
Atenta, sonriente, amable y ecuánime, la primera gestora nacional, Verónica Alcocer, aceptó el ágape wayuú, la chicha, el friche (repitió); y en una ceremonia especial, a la luz de una fogata, recibió los suvenires e hizo compromisos como: revisar el tema de la legalidad territorial de los asentamientos familiares en la comunidad Sumain Wayuu, el tema del agua, el tema de la salud y la organización de una cooperativa que aglomere a las artesanas de la comunidad.
En ese mismo orden, fue emotivo el momento en el que una madre wayuú le pide clemencia por un hijo que tiene tres años ausente en zona de riesgo combatiendo y sin recibir una mirada, mucho menos un abrazo entre madre e hijo; se comprometió a mirar el caso y el momento más emotivo es cuando la niña Luz Adriana Amaya Atencio, de 4to. grado de la escuela Campo Alegre, le recitó la lista de las falencias y dificultades de su escuela, sacándole una lágrima a la invitada especial. La gestora hizo un compromiso con la niña por esa escuela, lo que llevó a las mujeres que participaron del ritual especial en donde los hombres no tuvieron cabida, a nombrar a Verónica Alcocer la madrina de la comunidad y de la escuela de Campo Alegre.
La autoridad tradicional de Sumain Wayuu; Carlos José Uriana Uriana, de la mano de su esposa Katty Redondo, recibieron en el sector de Campo Alegre a más de seis autoridades y líderes wayuú de conglomerados vecinos que se sumaron a esa visita.
Un logro sin intermediarios, sin institucionalidad departamental, sin parlamentarios, un logro del “sentido de pertenencia de la comunidad indígena Sumain Wayuu”, ejemplo hoy de todos, que “cuando se despierta el amor por la tierra y casta se puede”.