Estamos viviendo y viendo grandes cambios en nuestro país. Observamos hoy como lo anhelado, lo deseado, lo implorado poco a poco, aunque cojeando, está llegando: demostraciones de independencia en el poder judicial.
No imagino si al país del norte, con poderes dependientes del presidencial, sin control, sin freno y desafuero, estaría manejando los hilos del mundo reten judicial. Afortunadamente los “monos” se destacan ante el mundo por su democracia, y son un ejemplo claro de una verdadera independencia de poderes o de lo contrario las intenciones esquizofrénicas, de estigmatización, cerradas y xenofóbicas del presidente Trump hoy, acabaría con toda economía externa sin cuartel como la que hoy tiene con el gigante chino de la tecnología Huawei.
Los juristas de Colombia han comprendido que en nuestro país hay un estado de derecho, los derechos de libre expresión, tenencia privada y libre asociación se escriben y se mantienen. Que la existencia de los tres poderes en la democracia busca los pesos y contrapesos necesarios para que todo ciudadano no se sienta cohibido en su hablar y andar. La Constitución Nacional abre sus brazos de justicia para todos y en igualdad de condiciones, como lo aprendí en la extinta catedra, de educación cívica y ciudadana. Pero “ilustres” y “próceres” de nuestra patria ataviados de fuero constitucional legislativo y ejecutivo, se han venido en lanza en ristre contra los últimos fallos en derecho y no en política de las altas cortes. Creando una atmósfera de vacío y limbo jurídico que no existe. Han sentido sus “pelos de punta” que, a punta de los gritos al universo, proponen reformas constitucionales, cerrar poderes constitucionales, golpes de estado y hasta marchas de protestas contra los fallos profesados. Marchas de cuatro gatos.
Ellos creen que sus gritos, ofensas, encerronas, desplazamientos, asesinatos, montajes, difamaciones, trinos, falacias, polarización, odio y un sin números de adjetivos descalificantes, que no alcanzaría a citar en este espacio limitado, harán eco en el sufrido pueblo que en más de cincuenta años ha puestos los muertos mientras ellos se enriquecen con la sangre de los caídos. Y ¿por qué? Porque sienten que con los últimos fallos no les han sido favorables a sus intereses, sienten que el círculo de la impunidad cada vez los está asfixiando.
Aquí se está cumpliendo el dicho bien dicho “la justica tarda, pero llega”, ya era hora que los fallos mostraran la independencia, aunque aún nos falta agregarle el adjetivo total. Pero que los mismos están generando preocupación, temor y miedo a la inversa, lo están. No les gustó el fallo de las objeciones a la JEP, lo sucedido contra Santrich, la derogación de artículos dentro del Código de Policía y menos les gustarán los que faltan.
Estos señores deben entender que sus minúsculas marchas, sus voces difamantes, gritos desesperados e intentona de destruir el estado de derecho, destruir el paso dado hacia la paz, el deseo que volvamos a la guerra, está y estará muy lejos de ser alcanzado. Jamás este país caerá o repetirá, una dictadura de derecha o de extrema derecha amparada por un oscurantismo mediático del siglo pasado. Este es un nuevo siglo. Una era en el que el desarrollo intelectual público emerge, con lentitud, pero sale a flote.
No más objeciones presidenciales, no más fiscales, controladores, personeros impuestos por el ejecutivo, no más carteles de togas, no más comisiones de investigaciones amañadas, no más casa por cárcel, no más concesiones fiscales a y jurídicas a los “ladrones de cuello blanco”, no más jueces impuestos, necesitamos una moderna y total reforma a la justica, para que las altas cortes sean quienes nombren a los que se van encargar de vigilar y ponerle orden a este país. Las leyes no deben ser más para los de “ruana” porque ya nos la quitamos.