Por Elimenes Brugés Guerra
La expresión “elefante blanco” tiene su origen en Tailandia, donde a este animal, que no era blanco sino gris claro con tendencia al blanco se le consideraba sagrado y símbolo de poderío de los reyes. Sin embargo, cuando un rey estaba descontento con alguno de sus súbditos, le regalaba un elefante blanco. El súbdito, en razón a su carácter de sagrado debía alimentarle con comida especial y permitir a todos los ciudadanos que quisieran, venerarlo, lo cual tenía un alto costo que terminaba por arruinarle. Regalo envenenado diríamos hoy.
En nuestro mundo occidental y no solo en Colombia le llamamos “elefante blanco” a una obra o infraestructura que tiene un alto costo, tanto de construcción como de mantenimiento, y ese coste es mayor que el beneficio que aporta. Es decir, estos «elefantes blancos» ocasionan más problemas que beneficios a sus propietarios. La Contraloría General de la República va más allá y califica como tal a todas esas obras inconclusas o a contratos no legalizados por las instituciones públicas que constituyen hallazgos fiscales con muy posibles implicaciones penales. Sobra decir que el país está lleno de “elefantes blancos” pero con mucha pena hay que aceptar que estamos entre los departamentos que lideramos esas categorías. Ni que estuviéramos en Tailandia.
Mencionaré aspectos de tres elefantes blancos guajiros por el que nos vienen enrostrando desde hace tiempos: La denominada Represa del Río Ranchería, El Acueducto de Camarones y la Terminal de Transportes de Uribia. Todas estas obras cumplen con la calidad que se le atribuyen de “elefantes blancos”. Los nulos o casi nulos beneficios que reciben los ciudadanos son muy inferiores a sus costos. Son como regalos envenenados.
La denominada Represa del Río Ranchería desde su inicio en 1985 fue considerada Proyecto Estratégico Multipropósito porque pretendía abastecer de agua a más de 354.000 habitantes de nueve municipios de La Guajira, suministrar riego de cultivos en 18.536 hectáreas y generar 22.6 megawatios llevando energía a más de 3.000 viviendas. Dice la Contraloría que por lo menos se han perdido $637.000 millones. El Acueducto de Camarones inicia su trayecto con la firma de contrato en el 2013. Se le invirtieron más de $12.000 millones y la gente sigue comprando pimpinas de agua porque el acueducto que festejaron con tantos bombos y platillos, resultó chimbo.
La Terminal de Transporte de Uribia costó 7.564 millones de pesos; es una obra faraónica, monumental. Cuenta hasta con ascensor y también fue firmado su contrato en 2013, en el gobierno de Gómez Cerchar respaldado con recursos de regalías que se suponen perdidos porque no se cumple con las normativas pertinentes como el Decreto Único Reglamentario del Sector Transporte en Colombia.