En su fantasía comunista el dictador Nicolás Maduro culpó a EE.UU por el apagón de casi una semana en Venezuela, dizque mediante un ciber ataque, cuando en realidad ese es un país desgraciado en manos de una camarilla comunista absolutamente inepta, que tiene de excusa a la oposición y al “imperialismo”; por ello queda claro que a la banda marxista de Caracas poco le importa el sufrimiento de la población, pues lo que le interesa es el poder, y aquí si vale la expresión de un ilustre colombiano quien dijo: “¿el poder para qué?”.
¿Poder sobre qué o victoria sobre quién en Venezuela? Será sobre unas masas hambrientas y envilecidas por el socialismo del Siglo XXl, sabiendo que Maduro y su régimen son seguidores patológicos del peor ser desalmado y criminal que ha existido en Latinoamérica como fue el tirano de Fidel Castro, por eso no sería nada extraño que aparte de la incompetencia de la banda chavista en el sector eléctrico, el apagón haya sido un auto-atentado, porque no se justifican tantos días sin electricidad, recordando que el rufián ruso de Lenin, afirmaba de manera inescrupulosa que: “las masas tienen que sufrir más de lo habitual para que haya una situación revolucionaria o se consolide la revolución”. Todo ese siniestro escenario en Venezuela, nos lleva a afirmar que la tiranía ha buscado de todas las formas consolidar el hegemonismo comunista, igual a lo que sucede en Cuba.
El comunista italiano Antonio Gramsci muerto en 1937, diseñó de forma insidiosa, lo que ha sido por décadas el engendro marxista leninista, sin olvidar que la susodicha doctrina se convirtió en la organización criminal más grande que conoce la humanidad en todos los tiempos, y Gramsci para completar su cuadro de horror revuelve al marxismo con el maquiavelismo, buscando la perpetuidad del partido en el poder, para crear camarillas que mediante la mentira y la violencia nunca entregan el manejo del Estado, a no ser con levantamientos populares como ocurrió con la caída del muro de Berlín y la debacle de la Urss.
La nomenclatura parásita comunista que se instaura en el manejo del Estado cuando conquista el poder, antes y después de lograr sus objetivos burocráticos tiene un comportamiento irracional y de pandilla, buscando ganarse mediante un discurso miserabilista a los sectores mas ignorantes y atrasados de la sociedad, y así alcanzar la hegemonía en el plano político, económico, social y cultural, teniendo como base para sus abyectos fines la enajenación y el adocenamiento de las masas.
Para que la secta marxista leninista tenga éxito no importa que su teoría sea criminal e inescrupulosa, pues lo más importante es que se cumpla en la práctica, por ello como decía Marx: “los obreros no deben de tener ideología, sino conciencia de clase”, eso para que se comporten como un rebaño y puedan ser fácilmente manipulados por la élite del partido y así construir la dictadura eterna, en donde las llamadas clases subordinadas son utilizadas de masa de maniobra para consolidar el poder del partido.