Mientras la trama descrita en la primera parte de esta columna sucedía, y en La Guajira caían pocos culpables y muchos inocentes, solo unos pocos alzamos la voz para defender con argumentos y soportes estadísticos, el buen nombre y la honorabilidad de la mayoría de los guajiros.
La voz institucional la llevamos en ese momento quienes hacíamos parte de la asamblea departamental de La Guajira; donde defendimos el estado de derecho y la autonomía territorial; más no la corrupción a la que pedimos atacar sin shows, ni falsos positivos.
En el mismo sentido, pedimos y exigimos respeto por el derecho constitucional de los guajiros a elegir y ser elegido, que el Departamento fuera gobernado por sus autoridades producto de la democrática y no de los encargos.
Por espacio de ocho años la inestabilidad administrativa y política imperó, fuimos el pan de cada día de los grandes medios quienes abrían y cerraban sus ediciones con noticias negativas de La Guajira, donde la dolorosa y lamentable muerte de nuestros niños eran los ganchos para cautivar la atención de la audiencia de los periodistas fletados por la pauta oficial, así pagaban la generosa “complacencia” del mandatario.
La difusión de noticias y aparentes denuncias tenían un primer propósito, mostrar ante la Cidh que estaban cumpliendo.
También llevaban el calculado e indolente propósito de inculpar solo a los guajiros, cuando se ha demostrado que estas dolorosas muertes se han generado y siguen generándose por hechos multicausales en donde además de la indolencia y malos manejos de los gobiernos locales, el nacional en cabeza de Juan Manuel Santos ni con medidas cautelares de protección obligatoria emanada de la Cidh, Corte Constitucional, Consejo de Estado y decenas de tutelas, protegió a nuestros niños de la desnutrición y la muerte.
No hubo forma humana que La Guajira fuera incluida dentro de la agenda del presupuesto de la Nación.
Tuvieron el descaro y cinismo de negarnos la oportunidad de un Conpes con recursos para la tragedia humanitaria que vivía y aún vive este pueblo, pero sí hubo interés y voluntad política para hacer un Conpes a las mascotas.
El mensaje era claro; para Juan Manuel Santos y su director de Planeación, Simón Gaviria, las mascotas eran más importantes y prioritarias que los niños indígenas wayuú en riesgo de muerte y desnutrición.
Y fue Santos el gobernante que más recursos contrató en publicidad y a dedo, dedicándole la no despreciable suma de $8 billones, sumas estas que pusieron a sus pies a casi todos los medios noticiosos de este país, siendo RCN televisión y radio los que más facturaron, seguidos de Caracol radio y televisión, Revista Semana, periódico El Tiempo, la W Radio y muchos periodistas “independientes”.
Y lograron su cometido para mostrarnos como el departamento generador del deshonroso puesto 83 que ocupó Colombia como país corrupto, según estudio hecho en 195 países Transparencia Internacional.
Recuerdo el hecho malintencionado de la Andi a cargo del señor Bruce Mac Master, quien contrató una inusual encuesta que supuestamente se aplicó a empresarios y/o industriales del país, para medir su percepción de la corrupción en los departamentos y el resultado fue que La Guajira era donde más se percibía este flagelo, claro la Andi aportaba así lo suyo a los propósitos malévolos de los conspiradores para tener camino libre en la industria costa afuera, (offshore), ya que la Andi lideraba el injusto propósito Barranquilla y no La Guajira fuera la sede de dichas operaciones.
El tiempo nos ha dado la razón a quienes rompimos el silencio y el temor reverencial que infundían los poderosos que nos señalaban, encarcelaban y condenaban, para que estos superpoderosos vayan siendo desenmascarados y ver sus verdaderos rostros de malandrines; lo que siempre han sido.
Hoy nos reconforta verlos protagonizar penosos escándalos en los grandes medios, en donde satanizaron y elevaron a la condición de delincuentes a todos los guajiros sin individualizar o particularizar su condición.
Ya los intereses económicos de estos grandes medios están en otro lado y los niños de La Guajira, que mueren por causas asociadas a la desnutrición son noticias, quedan en el anonimato.
Por ello, invito a mis paisanos, especialmente a quienes administran recursos públicos, a cerrar filas en contra de todo acto de corrupción que deslegitime el nombre de sus habitantes y demostrar de qué estamos formados los auténticos guajiros.