Al escribir estas líneas vienen a mi mente recuerdos que quedarán en mi memoria y en la de mi familia por siempre. A Carlos Holmes Trujillo García, lo conocí en Bogotá un sábado de diciembre del año 2014, cuando enamoraba a quien es hoy mi esposa, la muy villanuevera Rosalin Orozco. Para esos días, ella me invitó a una movilización del Centro Democrático, donde se marcharía en señal de protesta contra los acuerdos con las Farc en Cuba; invitación que acepté gustoso. Carlos Holmes y su señora Alba Lucía encabezaban la manifestación e invitaron a Rosalin a que caminara a su lado; mientras tanto yo, no daba crédito a que estaba al lado del primer alcalde electo de la ciudad de Cali, a quien incorporó a la Carta Magna en su calidad de constituyente del 91 el concepto de “voto programático”, o a quien en tantas ocasiones representó al país como diplomático, a un exconsejero de Paz, a un exministro de Educación, a un exsenador, a un “tipo al que le cabe el país en la cabeza”, como bien lo señalara en alguna oportunidad el maestro Otto Morales Benítez, patriarca del Partido Liberal. En aquella ocasión fueron, realmente, muy pocas las palabras que nos cruzamos, fue más escucharle a Carlos Holmes las reflexiones que en punto del acuerdo de paz hacía, y sus reparos al mismo, yo que siempre me he preciado de escuchar y aprender de mis mayores, me impuse la obligación de tomar notas mentales de esas lecciones.
Con el Dr Carlos Holmes, coincidimos algunas veces más, pero una que recuerdo con mucho cariño fue aquella vez que el fue en Villanueva un día de octubre del 2017, junto con el expresidente Álvaro Uribe y Sergio Araújo a una parranda de compositores, que se celebraba en el marco del Festival Cuna de Acordeones en casa de ‘Pepe’ Felix Lafaurie. Con el cariño de siempre lo caracterizó, saludó a mi esposa, a Mañiño Orozco (mi suegro) y se sentó en la mesa de la familia. Me sorprendió gratamente que un caleño ¡un caleño! Se supiera de memoria Benditos Versos de Rafa Manjarrez, que le gustara a Fuego Lento de Daniel Celedón, e hiciera conclusiones muy elaboradas de Grito En El Desierto de Beto Murgas. Al hombre no solo le gustaba el vallenato, además le disfrutaba y se mostraba interesado en conocer la historia detrás de cada canción, y si algo me preguntaba sobre las canciones que interpretaban sus compositores (supongo que él creía que yo algo conocía por ser el esposo de Rosalin) yo repetía como loro algunas de las clases magistrales que me ha dado con dedicación y aprecio Juan Carlos ‘Cao’ Mendoza.
En septiembre del año inmediatamente anterior, amablemente a Rosalin y a mi, nos aceptó una invitación a cenar con motivo de su cumpleaños, llegó como siempre, acompañado de Alba Lucía, hablamos de temas familiares, pregunto, como siempre, por Pedro José (el menor de mis hijos) y al contrarío a lo que me recomendó Rosalin le hable de política y le indagué del por qué, de su aspiración presidencial, cada una de sus respuestas me obligaban a darle la razón al viejo Otto Morales: “A este hombre le cabe el país en la cabeza”, y a concluir que a Carlos Holmes Trujillo García lo único que le interesaba era servir a la patria desde lo público y con su convencimiento de cómo se debían dirigir los destinos de esta nación.
La primera semana de este mes de enero, fue la última vez que compartimos con Carlos Holmes en la ciudad Santa Marta, como siempre deferente con mi familia, amoroso y tierno como un abuelo con Pedro José, cuando ‘Pedrito’ entró a donde estábamos reunidos, lo saludó de puñito y lo sentó en su regazo. El ministro Carlos Holmes ese día estaba feliz, los resultados de las Fuerzas Armadas eran los deseados, sus planes y proyecciones como Ministro de Defensa se concretaban, su auto evaluación de la gestión como el encargado de la defensa de la nación era más que satisfactoria. Planeaba el cómo iba a desarrollar la restante permanencia en el cargo y a partir de qué fecha debería renunciar a la cartera de defensa para iniciar su campaña presidencial.
Hoy nuestro amigo Carlos Holmes ha partido, el maldito Covid se lo llevó, como a tantos en el mundo. El virus no hace diferencia de clase, de religión, de cultura, simplemente a quien se le da su gana de matar, lo hace, dejando a su paso desolación, orfandad, abandono, soledad, y de contera privándonos de un gran ser humano y de quien, sin lugar a dudas, lo único que quería era servir a su país. Me quedo con sus enseñanzas, con el profundo amor al país, con el don del servicio, el sentido de pertenencia para con las Fuerzas y con la satisfacción del deber cumplido, se va sin deberle a Colombia nada, pero si a mí, de haber sabido que la vez que lo vi, sería la última… hubiese hablado menos y hubiese escuchado más; es lo que debe hacerse cuando nos topamos seres extraordinarios y con tanto que aprender. Adiós ministro Carlos Holmes, gracias por la honorabilidad de morir con las botas puestas.