El barco de pasajeros más grande del mundo, para la época, construido entre 1909 y 1911, fue el transatlántico británico RSM Titanic. Naufragó en su viaje inaugural a mediados de abril de 1912, donde 1.496 de los pasajeros murieron en las frías aguas del Atlántico, convirtiéndose en una de las mayores catástrofes de la historia. Este naufragio, considerado uno de los más famosos, se mantiene en la memoria de las personas gracias a canciones, libros y películas.
En ‘Titanic’, película dramática y catastrófica, existe una narración relacionada con su orquesta musical; durante el hundimiento, los músicos en un intento para que los viajeros no perdieran la calma y la esperanza, siguieron tocando una tonada hasta cuando fue seguro que el barco se hundiría.
El próximo domingo serán las elecciones presidenciales. y por consiguiente, necesitamos elegir un presidente que sea el capitán que lleve a buen puerto nuestro país.
No se trata de elegir al menos malo, sino de elegir uno que haya presentado propuestas serías, que sean consecuentes con la realidad. No se requiere políticos empresarios, ni empresarios políticos que se olvidan que estamos viviendo una crisis económica, a pesar de que digan que nos estamos recuperando, tenemos un caos social que, según Allen Buchanan, se denomina ‘Tribalismo intrasocietal’. Significa que se ha generado una división, Ellos/Nosotros, dentro de la sociedad. Elegir al menos malo será como lo señala Hannah Allendt: quienes escogen el mal menor, olvidan que están escogiendo el mal.
Es evidente que los pueblos se cansaron y están desesperados por el olvido en que los ha mantenido el Estado. Cada cuatro años desempolvan el olvido y escuchan las mismas promesas de siempre, pasan las elecciones y todo sigue igual. Lo que es peor, la política social es ineficaz, pero siguen diciendo que “estamos mal, pero vamos bien”. De hecho, esta situación ha generado una desconfianza entre los votantes, además de la polarización que vivimos. Hoy tenemos dos candidatos extremos aspirando a la Presidencia de la República. Los pueblos piden un cambio, sin embargo, no se ha analizado, concienzudamente, sus propuestas. Es la razón por las que un grupo estaría votando por el ingeniero, con apasionamiento, odio y soberbia en contra del Pacto Histórico.
Según Aristóteles, “las pasiones son las causantes de que los hombres cambien lo relativo a sus juicios. El cuerpo resulta afectado cuando se experimentan las afecciones del que está aterrorizado sin tener cosa terrorífica”. Por eso es importante, antes de hacer un juicio, conocer de manera clara y suficiente a quien se aborrece, solamente por seguir un lineamiento político que no corresponde.
Petro militó en el M-19, grupo subversivo al que no considero libre de culpas, pero el Estado los amnistió mediante las leyes 77 de 1989, y la Ley 7 de 1992, ponente Álvaro Uribe, los subversivos quedaron beneficiados con indultos, amnistía y el beneficio de la cosa juzgada.
Obviamente, señala Albert Einstein, “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.
También es importante revisar aspectos negativos del candidato Hernández: admirador de Hitler: en Alemania no se tiene registro de Hitler como pensador, se le califica de criminal. Es inaúdito que un aspirante a la Presidencia de Colombia, y que debe acogerse a la Constitución y a las Leyes, las convierta en papel higiénico para limpiarse.
Algunos católicos, dándose golpes de pecho ante la Santísima Virgen, bajan la vista resistiéndose escuchar lo expresado por el candidato. El concepto de desigualdad que promueve Hernández es que los pobres sigan pobres. Manifiesta también, que va a “meter en cintura a los corruptos del Congreso”, olvidando que en un eventual triunfo, la justicia ordinaria enviaría por competencia el proceso al Congreso que lo juzgaría.
Hoy somos testigos de una guerra que no es del pueblo, pero el pueblo la pelea. Ojalá tomáramos conciencia política y dejemos de tener esa respuesta tribal y excluyente contra nuestra sociedad. Es una oportunidad de cambio, debemos deponer los miedos porque hace más de 20 años hemos escuchado lo mismo, como la música de la orquesta del ‘Titanic’, hasta que Colombia se termine de hundir.
Estamos en riesgo inminente de un naufragio social, económico y político, y así mismo, como en el gran barco, tampoco tenemos los botes suficientes para sobrevivir.