Este trabajo periodístico hace parte de las 35 crónicas publicadas en el Diario del Norte y recopiladas en el libro de reciente publicación ‘Crónicas de carne, sangre y hueso’ por parte de su autor.
Eran los buenos tiempos en que el comercio ilegal de marihuana inundaba de dólares las calles y el comercio de Riohacha, Maicao y el sur de La Guajira. Gabriel José Rosado Padilla, más conocido como ‘El Negro’ Rosado, se arregló los puños de su camisa blanca manga larga, encendió un cigarrillo y se sentó a esperar mientras una docena de nativos indígenas terminaban de colocar los bultos de marihuana en el interior del avión DC-4.
Estaban nerviosos como siempre. Un hombre moreno, de bigote, le dio la orden y Gabriel José subió al pequeño avión, calentó los motores, dio una última revisión a los instrumentos de vuelo y cerró la cabina. La ruta era El Pájaro-Miami. Se remontó en los cielos de La Guajira y tomó rumbo al norte.
Fueron doce largas horas de vuelo. Por el equipo de radio recibió una comunicación desde tierra norteamericana en donde le advertían que aterrizara o sería derribado. Gabriel José observó el nivel del combustible y se convenció de que no había manera de regresar. Aterrizó y se entregó a las autoridades de los Estados Unidos.
Hoy, solo, sin un peso en los bolsillos, viejo, enfermo y ciego, con todos sus sueños hechos pedazos, no sabe si esa historia ocurrió en realidad o la soñó.
Tiene fijada en la memoria la fecha de su nacimiento: 13 de agosto de 1945. “El mes en que Estados Unidos le empujó la bomba atómica a Nagasaki y a Hiroshima”, afirma. Pero Gabriel José no llegó solo al mundo; llegó acompañado de su hermano mello a quien pusieron por nombre José Gabriel. Lo parecido de los muchachos y lo invertido de sus nombres no le gustó a la abuela, quien les puso sus nombres definitivos: ‘Polaco’ Rosado a José Gabriel y ‘El Negro’ Rosado a Gabriel José. Y así se quedaron y son conocidos por esos nombres en Riohacha y La Guajira.
Como otra de las paradojas de la vida de Gabriel José ‘El Negro’ Rosado. Su padre se llamaba José Prudencio Padilla, igual que el mártir riohachero, y su madre Carlota Sofía Rosado Pérez. Son además sus otros dos hermanos Rosa Betty y Reinaldo.
Tratar de engarzar una con otra las realidades de la vida de ‘El Negro’ Rosado, se convierte en un confuso rompecabezas. Se salvan unos años cursando bachillerato en el Liceo Nacional Almirante Padilla y su traslado a la ciudad de Barranquilla para hacer realidad un viejo sueño: convertirse en piloto de avión. Aquí aparece una espesa nube que lo confunde todo, aunque sí hay personas que atestiguan haberlo visto desempeñarse como piloto de avionetas de fumigación en los algodonales del norte del Cesar y el sur de La Guajira.
Solo queda en pie su afición por el alcohol que lo comenzó a minar al punto de fracasar como padre de familia, abandona su mujer y se va detrás de otra en la ciudad de Cartagena. Por allá también fracasa y regresa a Riohacha en donde se convierte en administrador de una estación de servicio. De ello da fe mucha gente y según lo informa él mismo “fueron 28 años que estuve administrando la bomba de un tío mío de nombre Luis Carlos Pérez, más conocido como ‘Pelón’ Pérez”.
De esos buenos tiempos le quedó el remoquete de ‘El Shá de Irán’ y le gustaba que le dijeran así. Hoy solamente le quedan los recuerdos.
Una confusión de recuerdos y sueños que se mezclan con pedazos de realidades. En el último trecho útil de su vida adquirió un taxi y se dedicó a servir como taxista en la plaza de Riohacha. Pero, hasta allí lo siguió la desgracia y una mañana los atracadores lo despojaron del vehículo.
Desde hace año y medio ‘El Negro’ Rosado está ciego y una caspa seborreica le ataca inmisericordemente la cara y el cuero cabelludo. Sin embargo, en medio de la desgracia, el hombre no pierde el sentido del humor. Se ha refugiado en el consumo de chirrinchi y dice no arrepentirse de nada. De su fracaso en el amor dice que “Lo que me pasó a mí puede pasarle a cualquiera. Me tocó perder. Yo vi a un hombre matar a otro por el amor de una mujer y esa mujer nunca se lo dio. Pa´que tú veas”.
Derrotado; pero, aún no vencido, ‘El Negro’ Rosado camina apoyado en las manos de los amigos y dice… “Déjame aquí que ya siento el fresco del mar y estoy cerquita de mi casa”.