En la Capital Mundial del Vallenato, la hermosa tierra donde se celebra anualmente el Festival de la Leyenda Vallenata, Valledupar, nace Gonzalo Arturo “El Cocha” Molina Mejía, diestro, hábil, versado y ágil acordeonero, el 11 de junio de 1965 en el hogar conformado por Arturo Molina Gutiérrez, quien tocaba guitarra, y Estela Mejía Muñoz.
Tiene cinco hermanos: Edilfre, Raúl, Alberto Luis, Remedios Mercedes y Luz Estela Molina Mejía. Su esposa lleva por nombre: Julieth Marcela Peraza Torres. Tiene dos hijos varones: Tomás Arturo y Gabriel Andrés Molina Peraza.
Su infancia, dice ‘El Cocha’, transcurrió normal, jugando carritos, trompos, volando cometas, pero con apenas 5 años aparece el instrumento que ha marcado su vida y en verdad lo convirtió en uno de los más laureados artistas: el acordeón. Vocación por vena musical. Su padre es tío del venerable compositor Gustavo Gutiérrez Cabello, tío del inolvidable Freddy Molina y abuelo de José Alfonso “El Chiche” Maestre, rodeado de figuras musicales destacadas, vena artística por doquier en su familia.
Nos confiesa ‘El Cocha’ que su primer acordeón llegó a sus manos por intermedio de su tío Evaristo Gutiérrez. Estaba tomándose unos tragos en su casa, andaba con su hijo Gustavo, quien tocaba acordeón, piano y violín. Ese día también cargaban un acordeón de botón y lo dejaron en casa de ‘El Cocha’. Ese fue su primer encuentro con el instrumento. Lo agarró e inicio sus prácticas solo, nadie le instruía, se cataloga como acordeonero empírico, de patio. Además, en esa época no existían maestros para enseñar a tocar.
Mucho después, su padre, quien era muy amigo de Andrés “El Turco” Gil, lo relacionó con él, y para asuntos de pentagrama ha acudido a su escuela, por ejemplo, cuando acompañó a Gloria Estefan en la grabación de ocho temas.
Nos comenta nuestro invitado que el mundo da muchas vueltas; en la actualidad dicta cursos virtuales de acordeón, enseñando la música tradicional. ‘El Turco’ enseña vallenato tradicional, pero también de avanzada, pues grabar música vallenata no es igual que hacerlo con orquestas, su experiencia con los músicos cubanos de la orquesta de Estefan le dejó una experiencia de avanzada, recalca.
Sus estudios de primaria los inició en la ciudad de Valledupar en el Colegio Nazaret de la señora Pastora Arias. De allí paso a La Escuela Parroquial, donde fueron sus profesores Juvenal Daza Bermúdez y Luis Cuello Bermúdez (‘Lucuber’), el bachillerato, hasta cuarto, lo hizo en el Loperena y quinto y sexto en el Colegio Nuestra Señora de Chiquinquirá en la ciudad de Bogotá. Cuando culminó su secundaria comenzó a estudiar administración de empresas.
Encuentro con Diomedes
Se conoció con ‘El Cacique’ Diomedes Díaz en Patillal, donde visitaba con frecuencia, “en parrandas donde mi tío Víctor Julio Hinojosa, Gustavo Molina, Lucas y Gustavo Daza, quienes hacían parte del combo patillalero y eran de la costilla de Diomedes. Se querían muchísimo, al principio”, dice ‘El Cocha’.
Se acercaba con recelo, estaba iniciándose apenas en las lides del acordeón y ya ‘El Cacique’ grababa con ‘Colacho’.

El primer encuentro fue en el cumpleaños de un gran patillalero, Julio Martínez, padre de su gran amigo Juan Manuel. Tremenda parranda, y estaba Diomedes montando con ‘Colacho’ la canción ‘El quedao’, del compositor Romualdo Brito López. Le dieron, dice Gonzalo Arturo, ‘un barato’ y lo hizo muy bien, pues recuerda que la gente de Patillal le tiraba el dardo a Diomedes que le tenían un ‘pollito’, y este encuentro años más tarde se convirtió en una canción y álbum exitoso que se llamó ‘El gallo y el pollo’.
Llamada de Diomedes
Dice ‘El Cocha’ que después de haber parrandeado algunas veces con Diomedes en Patillal, se regresó a la capital del país a continuar con sus estudios universitarios, lo que tal vez deseaba, pero no pensó que iba a suceder tan rápido y fue que ‘El Monstruo del Vallenato’, la primera figura del canto en ese momento, pegado con ‘Colacho’, lo iba a llamar. No existía celular aún, pero Diomedes consiguió su número telefónico fijo y le dijo: ‘¿Ajá y usted qué está estudiando?’, administración de empresas le contestó ‘El Cocha’, y Diomedes le interrogó: ‘¿Vea, y qué está esperando para venirse a administrar su propia empresa? Lo necesito en mi conjunto, quiero que grabe conmigo, póngase las pilas para que maneje su propia plata’. Dice ‘El Cocha’ que en verdad quedó atónito, muy sorprendido y abandonó la universidad e inició su exitosa carrera musical al lado del más grande.
Un poco de historia
“Inolvidable”, dice mi invitado, y añade: “Cuando era niño no todo el mundo tenía un acordeón. Recuerdo que visitaba la casa de ‘Colacho’”. Se hizo amigo de Wilber, su hijo, y aprovechaba para palpar y tocar aquel instrumento que lo apasionaba. Su madre, años más tarde, le compró acordeones, porque se convenció de que de verdad tocaba, pero en sus inicios recorría varias casas donde él sabía que había acordeones para poder de esta manera tocarlos.
A los padres, anteriormente no les gustaba que sus hijos tocaran el acordeón, sino que estudiaran una carrera para ser útiles a la sociedad y para asegurar el futuro. La música no era muy bien vista.
Afirma ‘El Cocha’ que le escuchó a Emilianito Zuleta que la música vallenata vino a tomar fuerza y auge desde el año 1976 para acá, recuerda que un tío lo llevó por primera vez en 1977 a una fiesta y pudo tocar, eso fue grandioso. En Valledupar, ‘Pepe’ Castro, Rafael Escalona, Consuelo Araújo Noguera, los hermanos Pavajeau Molina, lucharon para que el vallenato entrara a todas partes; eso antes no se podía, los acordeoneros son lo que son hoy día porque estas grandes personalidades le dieron valor.
Mejores amigos
Su mejor amiga es su madre, su confidente, también José Molina, Augusto Ariza, uno que murió ‘Nenón’ Solano, Álex Herrera, ‘El Coyote’ Castilla, Iván Villazón, gente que luchó junto a él para llevarlo adónde está. Ahí también entra ‘El Cacique’ Diomedes, que en paz descanse, Gustavo Molina, y remata diciendo que se ha perdido la esencia de los festivales, “cuando inicié a concursar los participantes teníamos barra propia, la gente de su bolsillo compraba para hacerle pancartas a su púpilo, eso ya no se ve, peleaban por su artista a trompá limpia, ahora uno va a los concursos y a los acordeoneros participantes no hay quien les haga barra; les toca participar solos ante el jurado, uno que otro acompaña. Se perdió la pasión, el que pierde se va tranquilo, en mi época uno lloraba si perdía, había mayor entrega”.
Destaca su enfrentamiento con Omar Geles en tarima, personalmente no peleaban, pero las barras de los dos se enfrentaban.